domingo, 31 de agosto de 2014

"Sólo si es un vals."

El Martes, como ya sabéis, acabé con White Collar, lo que me llevó a preguntar en twitter sobre qué me recomendaban ver.
Puse de opciones Teen Wolf, The Good Wife y Downton Abbey, aunque no esperaba respuesta o interés porque, bueno, la gente tendrá algo más interesante que hacer que hablar conmigo de series. En la RL sí, desde luego, pero mi TL es amor. Sois amor, TL, que lo sepáis.
Mi amiga Lady Minnie, a la que quiero un taco, me había recomendado Teen Wolf. Fue ella la que me recomendó True Blood y... Y no sé si eso es bueno o malo. Como sea.
Magik me recomendó The Good Wife, porque ella es muy fan de la serie. Así que empezamos a argumentar ella por TGW y yo por TW, que tiene slash y tal.
Inesperadamente, dado que no creí que nadie votase por ella, la buena de Olivia, una chica encantadora de twitter, me comunicó con emoción que la vida Downton Abbey es la vida mejor.
Yo, abrumada, no sabía que decidir, por lo que fue esta última la que me dio la solución; ver los pilotos y elegir yo. Sí, es muy lista.
Ganó Downton Abbey, que es, realmente, de lo que os vengo a hablar.

(SPOILERS Downton Abbey; Temporada 3)

En Downton Abbey hay un personaje especial. Un personaje al que, simplemente, estamos obligados a querer. Ese personaje es Lady Violet, que es la mejor. Y no lo digo sólo porque sea interpretada por la gigantesca Maggie Smith, aunque también porque, gente, esa mujer interpretó a McGongall y se merece un respeto.
La condesa viuda es una mujer tradicional pero decidida, que siempre se sale con la suya y acaba demostrando tener razón la mayoría de las veces. Nunca, y digo nunca, se calla lo que piensa y es que sus dialogos son una colección de puntazos impresionantes. Sólo habla por tres razones: 1) Convencer a alguien de lo que ella quiere; 2) Lograr sus planes; 3) Hacer que nos caigamos de la silla con comentarios que rozan la perfección.
Que es muy grande, ¿vale? Pues vale.



Pero claro, Lady Violet, por mucho que sea la mejor, no es mi único personaje favorito.
...
¿Qué? ¿Que quién es? ¿Por qué preguntáis eso?
...
¡Vale!, es... Es Thomas.
Lo sé, lo sé. No digáis nada, por favor.
En la primera temporada yo también me sorprendí al ver que Thomas era mi favorito. Me hizo cuestionarme mi salud mental y todo. Es decir, era sarcástico y conspirador, sí, pero también cruel, egoísta y un petardo de mucho cuidado. Durante la primera temporada parecía el típico malo de dibujos animados, conspirando contra Mr. Bates para no conseguir nada y volver a intentarlo al siguiente capítulo. No me habría sorprendido una escena con Bates atado a un árbol y Anna a las vías del tren, mirando con furia a un Thomas riendo y exclamando "¡Adiós, Mr. Bates!" para luego dar un golpe de capa e irse. Seguramente Miss O'Brien estaría retorciéndose las manos tras él y riendo cual Igor sin chepa y con rulos. Eso resume bastante bien la trama de esos dos en la primera temporada.
Así que me sentía mal, porque Thomas era un cabronazo y, aun así, sus chistes tenían gracia. ¿Sabéis cuando Shae habla en el juicio de Tyrion y todos nos descojonamos pero nos sentimos mal porque Tyrion sufre y no deberíamos reírnos pero es gracioso? Pues igual. Porque una cosa es coquetear con Daisy para fastidiar a William y otra es meterse con la muerte de su madre. Eso está mal.
No sé, supongo que me ganó en el primer capítulo, dejando a un lado que me pareció guapo, porque me dio pena con lo del duque usándolo como juguetito sexual. Eso estuvo feo. Pero claro, no era suficiente.


No hasta la segunda temporada. En la escena del soldado ciego por el gas mostaza, dejé de sentirme culpable y abracé mi amor por Thomas. ¿Sabéis cuando Will confiesa que está maldito y es desagradable con todo el mundo porque los que le quieran morirán? Pues fue más o menos eso para mí. Thomas tiene un miedo profundo, arraigado en la médula de los huesos, a que los demás le hagan daño. Y, claro, ¿quién puede hacerle daño, quién puede ver ese miedo, cuando él se comporta como un bastardo cruel? Exacto. Esa conversación fue la primera señal de que Thomas tenía corazón. Antes, si hubieses abierto su pecho habrías encontrado tres carteles: "Quiero ser ayuda de cámara.", "Soy gay." y "Mi padre era relojero.", porque es lo único que sabíamos de él.
Lamentablemente, no hubo mucho más de eso en lo que quedó de temporada.
Pero en la tercera vemos como se enamora de Jimmy, consiguiendo que la mayoría de sus defensas se derrumben. Porque se enamoró de él como una colegiala, seamos sinceros. Luego hablaré de lo que sufrí con esa trama, porque no fue humano. Vemos un Thomas amable y considerado, vemos un Thomas que sufre como un condenado tras la muerte de Lady Sybill, vemos un Thomas puteado por las dudas respecto a Jimmy. Y, finalmente, vemos a un Thomas hundido y derrotado al que no le queda esperanza.
Al principio, creí que esa trama era una especie de castigo de los guionistas en plan: "Ah, ¿qué a este grupito le gusta Thomas? ¿A pesar de ser un bastardo? ¡Pues pagad, siervos del mal! ::les flagela cruelmente con amor gay no correspondido::". Sinceramente, tuve que parar la escena al menos cinco veces cuando Thomas entra en la habitación de Jimmy. En serio. Es que se veía que iba a salir todo mal y se sufría mucho, ¿vale? Vamos, que estaba MUY enfadada con los guionistas. Pero, reflexionando sobre el tema, me he dado cuenta de que la trama ha beneficiado enormemente al personaje de Thomas. A ver, no a Thomas en sí mismo, a él le ha puteado lo indecible, pero como personaje ha sido una mejora importante. Hemos cruzado la alambrada y hemos contemplado la realidad del personaje, que se ha visto sumamente enriquecido con ella.


Y ahora, mi defensa encarnizada de Thomas porque le quiero mucho. No sé muy bien el motivo pero es así.

Hemos visto que Thomas tiene, como ya he dicho, un miedo profundamente enraizado a que la gente trate de herirlo, combinado con una enorme desconfianza hacia todo el mundo excepto por Miss O'BrianDurante tres temporadas, sólo hemos recibido dos datos acerca de su pasado: que su padre es relojero y que tiene un primo en Bombay. Le dice a Jimmy que él también está solo en el mundo, aunque no llega a especificar si sus padres siguen vivos o no. También sabemos que Thomas adora los relojes, tratándolos con mucho más cariño y cuidado del que utiliza con sus compañeros de servicio. Lo explica con la profesión de su padre, lo que podemos extrapolar y decir que quiere o quería sinceramente a su padre. Entonces, teniendo ese cariño por su padre, ¿no es un poco raro que nunca se haya mencionado nada más allá de su profesión?
Mi teoría es que, al descubrir su sexualidad, quería y confiaba lo suficiente en su padre como para contárselo. Y que no salió bien. Y que de ahí viene la desconfianza y el miedo y los comentarios crueles. Es mi teoría.
A algunos les puede parecer que está exagerando, pero, como ya hemos visto en la serie, los homosexuales eran tratados como una especie de demonios y era ilegal tener relaciones con otro hombre. En las pocas ocasiones en las que Thomas se abre, suele ser para manifestar de alguna forma su soledad por ser diferente y su miedo al rechazo.
Obviamente, eso no le excusa por ser un cabrón del quince, pero lo explica. Y no es el primer personaje cabrón al que adoro, tengo práctica.

Ahora bien, ¿tanto les costaba que Jimmy fuese gay? ¿En serio? ¿Era tanto sacrificio? ¡Yo quería un amor prohibido y shippeable lleno de momentos monos! ¿Es tanto pedir? ¡Pero si es canon que Thomas sea gay! ¡La mitad del trabajo está hecho!
Pero da igual porque, de todos modos, Jimmy me cae mal y creo que Thomas se merece algo mejor. Sí, sé que debo ser la única que lo cree. Me da igual. Se merece amor. Aunque lo haya rodeado de alambre de espino electrificado con minas antipersona y perros asesinos, su corazón es un enorme peluche blandito y peludito que huele a golosina. Y nadie me saca de ahí.

Y, como ya supondréis, al ser mis dos personajes favoritos el verlos bailar juntos en el especial de Navidad fue genial. Mi cumpleaños, mi santo y las Navidades coincidieron en un par de frases. Soy MUY fan.


Que veas Downton Abbey, plebe. Es corta y grandiosa.


PD: Todas las conspiraciones para ser ayuda de cámara me recuerdan a Juego de Tronos, pero una cosa es conspirar por el trono y otra es conspirar por atarle los zapatos a un Lord.

martes, 26 de agosto de 2014

Masones, diamantes y oro galés

En su día os mencioné que era fan acérrima de la serie White Collar, que, dejando a un lado a Matt Bomer, es una serie emocionante, inteligente, divertida y bien planteada. Además de que aprendes mucho sobre arte, falsificaciones, actividades criminales y demás. En serio. Creo que me las apañaría para huir del país con lo que he aprendido. Bueno, no, pero pasaría el examen teórico.

(SPOILERS White Collar; Temporada 5)


En todo caso, por fin he acabado la quinta temporada. La dejé de lado un par de semanas porque, bueno, los primeros capítulos me estaban decepcionando una barbaridad. A priori la decepción parecía imposible. Venga hombre, ¡habían encarcelado a Peter! ¡Contaban con Curtis Hagen, el Holandés, que es interpretado por Mark Sheppard! ¡Mark Sheppard y Matt Bomer ante la cámara! ¡Y James, el padre de Neal, era un criminal que había huido! Pero tras un primer capítulo que servía más de calentamiento que de otra cosa a pesar de la emoción, cayó en picado. ¿Os suena el Crack del 29? Pues fue eso. De un día para otro. Caída mortal. Y resulta extraño, porque Neal estaba siendo chantajeado por Hagen y había más robos de lo normal, cosa que es bien. Pero la mayor debilidad de la serie se puso al descubierto: necesitan a Neal y a Peter. No por separado, sino trabajando juntos. Seigel duró un sólo capítulo en acción y me provocó un bajón considerable que me hizo abandonar la serie. Y me caía bien --bueno, es decir, su fortuna fruto de los botones de ascensor fue la leche--, pero no me llegó.

Adoro a ese hombre. Y a su voz. A ella también.

Que eso me lleva a otro tema, como la trama de Peter esta temporada. Peter no quería irse a Washington, siempre ha dicho que lo que le interesaba era el trabajo de calle, ¿por qué nos venden lo contrario en esta temporada? Es decir, ni siquiera quería el puesto de encargado de White Collar porque la burocracia no era lo suyo, ¿qué ha cambiado? Es contradictorio con el propio Peter, por mucho que nos pongan a su ex novia preguntándole porque no sigue sus aspiraciones a la capital. ¡Por qué no las tiene, zorrón! ¿Qué? Adoro y venero a Elisabeth, ¿vale? Y ella era desagradable. Por suerte para todos, tras la muerte de Seigel, Burke vuelve a ocuparse de los casos con Neal, aunque sin dejar su puesto como encargado de White Collar. Cualquiera vería ahí que lo suyo no es Washington, pero aceptamos el barco.
En parte comprendo mi reacción y mi desencanto, puesto que durante esos capítulos todo parecía más bien artificial y forzado, como si no consiguiesen ensamblar las escenas correctamente. Pero es una pena porque utilizan la muerte de ese agente como un catalizador para volver a ser lo que eran.
A pesar de que Neal está muy presionado con Hagen, además de la sempiterna desconfianza de Peter --que ha subido de nivel y ya no es un tópico de la serie: es un clásico--, consigue compenetrar todas las situaciones igual de bien que siempre. Si bien no se libra del Holandés, sabe manejar las dos situaciones como un malabarista, salvándolas en el último segundo. Con ayuda de Mozzie, claro. Mozzie es la leche, por cierto, es grande y genial. Aunque ya os lo he mencionado.
Los secundarios tan geniales como siempre. El, siendo la mejor esposa de un agente que ha pisado un plató de televisión. Jones, al que por fin han dado protagonismo real y no como pelele con nombre. Diana, que sigue siendo una badass de la leche --tendré pesadillas con lo del tendón roto, lo estoy viendo-- a pesar de tener que amamantar a un bebé cada tres horas. Theo, al que han nombrado así por Mozzie --que se llama Teddy Winters-- y que es un bebé monísimo y que ayudó a su tocayo a descubrir el enigma del Mosconi.
Y es que en esta temporada la búsqueda es tan genial como siempre: antiguos códices de italianos locos multifacéticos, diosas hindúes, vitrales que desvelan secretos, códigos extraños, masones... Y eso por no hablar de la mala de la temporada.
Porque crees que el cabrón es Hagen y... Aciertas. Pero hay un jugador más en este juego. Y esa es Rachel o, como la conocemos al principio, Rebecca. Nos presentan a Rebecca como una pardilla a la que Neal seduce para conseguir algo. Nada fuera de lo normal. Pero después se convierte en su interés romántico. Es impresionante lo que he mejorado en asuntos frikis y en darme cuenta de las cosas antes de que nos las enseñen, plebe. Yo sabía que era una traidora casi desde el principio. Demasiado interesada en el asunto, siempre preguntando, buscando información, esa apariencia de mosquita muerte que se gastaba la menda, el que al enterarse de que Neal la había engañado y era un criminal se le lanzase encima como si tal cosa. Sospechoso. Mozzie la investigó y no encontró nada, pero eso no me hizo cejar en mi teoría. Estoy en racha, porque todas las que formulo aciertan. Rebecca se declaró finalmente como una asesina a sueldo. Y como una psicópata extraña. Como eso también. ¡Envenenó a Mozzie! Esa zorra se merecía lo que le pasara.


Así que, dejando a un lado mi enfado con Peter dado que: a) quería irse a Washington --lo que no tenía sentido-- y b) se enfadó porque Neal sobornarse a su fiscal --lo que sí le pegaba pero, vamos, es que no tenía razón--, ha sido una buena temporada.


Oh, y el final. Que final.
Deniegan la libertad a Neal porque en el FBI se han dado cuenta de que es un activo demasiado valioso como para prescindir de él, haciendo que Peter se dé cuenta de lo que le espera en su nuevo puesto y renuncie. Claro que Neal no llega a enterarse, puesto que un grupo de mala gente le secuestra. Y yo pregunto, ¿es que no hay otro al que dar la vara? Sé que es el protagonista, pero pierde bastante sentido.

En resumen: White Collar, siento haber desconfiado de ti. Te sigo por mucho más que los abdominales de Matt Bomer --que también--.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Números de la suerte, celebraciones y adelantos

Como la semana pasada no publiqué entrada, vamos a hacer algo especial. Bueno, eso y que ¡esta será mi entrada número 44! ::sopla por un matasuegras:: Mi número de la suerte es el cuatro, ¿vale? Me hace ilusión porque son dos cuatros y dos es la mitad de cuatro y tal. Y eso.



Últimamente estoy ocupadísima porque, como ya os he comentado, el ordenador se me fastidió y perdí muchos de mis archivos. Así que, ahí estoy. Volviendo a rellenar las fichas de los personajes y, lo peor, a CORREGIR. Porque mis adoradísimas betas son geniales y me han indicado un montón de cosas que corregir, por lo que yo quiero comerlas a besos, y apliqué sus consejos de mil amores. Claro que, cuando tienes que corregir doscientas páginas del tirón, pues no mola tanto. Oh, seamos sinceros. NO MOLA NADA. Y eso me recuerda que tengo que contestarle el mail a Magik, pero aún no puedo porque no he corregido los últimos capítulos que beteó. Un desastre todo.
Que vale, que podía ser peor. MUCHO peor. Pero esas cosas te tocan un poco la moral, ¿vale? Estoy sensible y es como si las ganas de escribir se me hubiesen ido por el caño.
Un. rollo. Haced copias de seguridad, mis niños. Creedme, lo necesitáis.
Resumiendo. Que como ha pasado todo eso y yo no era físicamente capaz de obligarme a continuar escribiendo la novela, pues intenté escribir historietas. Un principio de novela que no estaba mal pero tampoco bien. Una historia alterna dentro del universo de mi novela que, finalmente, demostró mi incapacidad para escribir robos decentes. El principio de una historia en plan "infancia de tal personaje". No acabé ninguna. Finalmente, arracándome el pelo de la cabeza de forma violenta y chillando cual banshee, acabé diciendo: A tomar por saco. Y escribí fanfic. Sí, escribí fanfic sobre mi propia novela. ¿No soy patética? Soy patética.

Sí, mi fanfic es parte de la parte especial. Pero la otra parte especial es que os voy a contar como surgió mi novela --que finalmente he bautizado como Crónicas la Caída I: Secretos de Sangre, porque soy rimbombante y dramática que no veas--. ¿Creíais que soy rara? Pues ya os he reventado parte de la historia.

A ver, ya he contado esto, pero es importante para la historia saber que yo, cuando me aburro, juego con personajes. Crossovers rarunos, situaciones flipadísimas... Crack puro, vamos. Estoy corriendo o aburriéndome y mi mente simplemente se va a jugar con ellos. Y así surgió.
Uno de mis personajes predilectos. que narró uno de mis fics kennal, tiene una hija. Scarlett, que así la llamé después de ver Lo que el viento se llevó, es una niña monísima y una adolescente inusualmente elegante y una adulta famosa por su trabajo como actriz. Sí, voy alternando los tiempos según tenga el día. En todo caso, el mejor amigo de Scarlett, y sobrino de mi obsesión principal, se llama Alex y es muy friki y quiere ser escritor. O lo es.  Depende de la línea temporal.
En todo caso, necesitaba por motivos de la trama que Scarlett fuese actriz en una serie y que su personaje fuese parecido a Lucrecia de Santillana. Así que Alex se transformó en guionista y creó esa serie. Era una mierda de serie, pero oye, era como Ultra-Héroe de Sinchan, ¿vale? Parte del trasfondo. En todo caso, la idea acabó gustándome y decidí que Alex se la quedase.
Así que, durante un par de meses, Alex y Scarlett volvían a ser adolescentes y él estaba muy concentrado en escribir su historia --con cortas interrupciones para defender que Misha Collins estaba más bueno que Jensen Ackles frente a una Scarlett que disentía--.
Así que, mientras trabajaba en el esqueleto básico de la novela y de los personajes --que acabaron por no tener nada que ver con la idea original--, lo hacía a través de Alex.
Él --que sabía pintar-- dibujaba los mapas. Él caracterizaba a los personajes. Él discutía con Scarlett sobre como llevar la trama. Él lo hacía absolutamente todo hasta que yo, el 24 de Diciembre, puse las primeras palabras sobre el papel. Oh, bueno, había escrito alguna descripción de la bruja antes, pero a mano. No es nada serio hasta que lo paso a ordenador. Cabe decir que fue el prólogo más patatero, absurdo y cargante de la historia de los malos prólogos. Pero ya había empezado.
Poco después pasé de escribir la primera novela, la resumí en el primer capítulo --lo cual fue una de las decisiones más inteligentes que he tomado en mi vida-- y pedí y recé por betas --que son a las betas lo que Bilbo a la monez, así os lo digo--.


Y hasta aquí. Dicho así no suena tan raro, pero en serio. La trama no es mía, la he robado vilmente. Vale, se la he robado vilmente a un personaje que es mío, pero si muero durante la noche es que Alex ha tomado el control de mi mente y se ha vengado.  Lo veo poco probable porque le he puesto una historia nueva y un novio fantástico, pero nunca se sabe.

Y sí, ahora el fic sobre mi pareja protagonista que, a mi entender, se entiende aunque no sepáis mucho de que va y que no mete spoilers. O al menos yo no los he visto, aunque soy despistada y tal.

Escena 1

A Galímedes le gusta su risa. Tiene varios tipos de risas, pero esa es definitivamente su favorita. No es irónica, no es sarcástica, no es burlona, no es coqueta. Es una risa pura y vibrante, que dice <<me ha hecho gracia>> y nada más.
Le gusta, pero le encoge el corazón. Y sólo acompaña su carcajada de forma corta, tratando de centrarse en otro asunto. Porque la Bruja del Oeste le impresionó cuando se conocieron y, ahora, no puede más que quedarse boquiabierto ante ella. Tiene quince años y sin embargo es la mujer más increíble que ha conocido. Y, sorprendentemente, no es un insulto a otras mujeres. Pobrecillas, ellas no tenían ninguna oportunidad: estaban condenadas a la derrota desde el principio.
Y no es por la magia, o, al menos, no del todo. Tiene que ver con la magia, pero no es por ella en sí. No es sólo una bruja, es mucho más que eso. Hay mucho más allá de sus vestidos juveniles, su aire de superioridad y su franqueza.
También es sorprendente que sea franca. La joven es franca pero no porque no mienta o le oculte cosas, sino porque es clara. No se anda con rodeos y va al grano. Directa y contundente como un puñetazo a la mandíbula. Rotunda e incontestable como palabra divina.
Y hermosa.
Apenas acaba de convertirse en una adulta y ya es más madura que cualquier mujer que haya conocido. Inteligente, aguda y decidida. Quizá caprichosa y voluble --como negarlo, a esas alturas--, mas todo eso empalidece y se difumina, languidece y se esfuma, al verla discutir sobre cualquier asunto con esa seguridad en sí misma y en sus argumentos. A Galímedes le gustaría poder ser así, pero duda que cualquier otro parezca más que un estúpido arrogante. Incluso ella parece arrogante, que no estúpida.
Y, repite, hermosa.
A veces, Galímedes se pregunta si no debería sentirse culpable. Es joven, descarnadamente joven. Apenas ha entrado en la edad adulta mientras que él ya tiene diecisiete años. Son sólo dos años de diferencia, pero parece un mundo. A veces ella le mira con sus enormes ojos abiertos, tratando de disimular su curiosidad o confusión cuando él le cuanta alguna de sus aventuras --que, admite, no son especialmente remarcables--, y se plantea si alguna vez habrá salido al mundo exterior, lejos de la Cueva, si es algo más que una niña. Después ella le dedica un comentario hiriente, irónico y con la dosis justa de amargura y él recuerda. La Bruja del Oeste es muchas cosas, pero definitivamente no es una niña.
Por Vilida*, no sabe cómo pero siente que tiene más experiencia que él.
Siente que, a pesar de su reclusión, ha vivido más cosas de las que él llegará a vivir. Que comprende más, que sabe más sobre la vida que él.
Y sí, también tiene más experiencia en ese aspecto. Lo cual sí que resulta molesto e inquietante se mire por donde se mire.
Y lo disfruta, ¡vaya si lo disfruta! Le encanta poner esa cara de falsa sorpresa cuando ve que él desconoce algo y preguntar <<¿Esto no os lo enseñan en la Universidad?>>. Es odiosa la mayor parte del tiempo. Porque Galímedes no es precisamente un niño virginal. Ha estado con mujeres que conocía en la taberna donde se hospedaba, con la misma tabernera --cuyo marido, por suerte, no se había llegado a enterar nunca-- y con esa jálica* que les había dado clase de anatomía. Una profesora de anatomía. En teoría debería saber mucho más que la joven. Le fastidiaba que no fuese así.
Si fuese cualquier otra habría afirmado sin dudarlo que era conocimiento teórico, aprendido en su extensa biblioteca --en la que sí había libros de esa temática--, pero la bruja era más dada a la práctica que a la teoría en todos los aspectos. Y, cuando le había preguntado acerca de esos tomos, ella sólo se había encogido de hombros antes de admitir que había ojeado uno cuando tenía once años.
Frustrante.
Pero podría con todo eso sin mayor problema de no ser por un factor a tener en cuenta: había sentimientos. Si fuese sólo admiración y deseo hacia al joven, todo resultaría ridículamente fácil. Lamentablemente, no era así. La Bruja se había colado por las pocas y camufladas grietas de su coraza sin siquiera saberlo, había atravesado todas las capas protectoras, todos los engaños, todas las protecciones. Se le había metido debajo de la piel.
Ese era el problema. Esa era la razón por la cual evitaba mirarla cuando reía. Porque era obvio. Porque estaba escrito en sus ojos.
Porque a ninguno le hacía gracia verle invadido por una emoción tan fútil y molesta como el amor.
Ambos preferían ignorarlo, fingir no darse cuenta.
En algunos momentos, creía ver una chispa, un rastro casi desvanecido de luz en sus ojos cambiantes, que parecía indicar sentimiento. Que podría señalar que era correspondido.
Él lo ignoraba. Podría ser una ilusión, podría no ser cierto. Y ella no estaba en absoluto preparada para sentir amor --dioses, que palabra más absurda-- por alguien que no fuese ella misma. Y él no estaba preparado para ser correspondido.
Quizá algún día. O no.
Porque después de su risa, todo volvía a su cauce.
Como si nada hubiese pasado.
Porque, realmente, era así y todo seguía estático. Tal y como ambos lo habían dejado.

*Diosa de la vida, por la cual los que carecen de magia suelen jurar.
*Sacerdotisa de Jaliryo, dios del comercio, que se caracterizan por estar muy instruidas.




Lo sé, lo sé. Hasta el título --si podemos llamarle así-- es poco original.
...
¡FELIZ ENTRADA NÚMERO 44 SABÉIS QUE OS QUIERO BESOS!

viernes, 8 de agosto de 2014

La belleza de Outlander

Ayer he visto el piloto de la serie Outlander, basada en la saga del mismo nombre, que en teoría se estrena mañana pero que ya se ha filtrado.
Y de eso os vengo a hablar.

Reconozco que no había visto el trailer, así que no sabía muy bien que esperar, pero definitivamente no era esto. Esperaba una serie, más bien, cutrilla. De esas que pueden tener una trama interesante pero que no están muy bien hechas. Que no me habría echado para atrás, ¿eh? Los efectos especiales de Once Upon a Time son bastante malos y me sigue encantando. Otra cosa sería si fuese tan horrible como en Once Upon a Time in Wonderland, pero dudo que algo tan feo sea siquiera posible sin un croma verde y tal.
No os cuento la alegría que me llevé al ver que nada más lejos de la realidad. Es una de las series más bonitas que he visto nunca.


Y es que, con sólo un capítulo, te das cuenta de que la serie rezuma calidad y buen gusto. Todo me ha gustado, en serio, ni siquiera hay el típico detallito que rechina porque has leído los libros. Es una preciosidad. Los escenarios son impresionantes. Los actores son buenos, saben llevar a sus personajes y juegan de maravilla con los acentos. El vestuario es adecuado y perfecto, estando muy, muy bien tanto en los años cuarenta como en lo que hemos visto del siglo XIX. Han llevado genial la historia, sin separase en lo más mínimo --que sí, es el primer episodio y eso no dice mucho, ya lo sé-- y transmitiendo sin problemas el mismo espíritu que el libro. Durante la canción de inicio tuve que parar el episodio para expresar en twitter lo genial que era todo, porque es una obra de arte. Me gusta que los opening tengan imágenes de los personajes y eso, para saber a que actor corresponde cada uno, pero hoy en día me puedo dar con un canto en los dientes si lo tienen y no se reduce a cinco segundos, así que estoy encantada porque ha sido precioso. En serio, más que la canción de inicio parecía, no sé, una película o algo por el estilo. Han enfocado a los detalles, a la sutilidad, y el resultado ha sido arte en su forma más pura.


Os pondría el opening directamente, pero blogger está tonto y no encuentra el vídeo.

Vamos, que adoro lo que han hecho con los libros. Es una serie preciosa, ya lo he dicho pero lo repito, porque es una delicia visual. Además, la banda sonora también es sencillamente perfecta, así que no le veo el más mínimo defecto.

Por lo que hemos visto en el primer episodio, los guionistas demuestran saber hacer bien su trabajo, pues si bien hemos avanzado muy poco, han estado menos tiempo del que debían en el pueblo y ha conseguido resumir tanto los hechos como el espíritu de esa parte sin que quedase atropellado o surrealista, incluso incluyendo nuevas escenas que me parecen un acierto de cara al futuro. O al pasado. Vosotros me entendéis.  Quizá a los que no han leído los libros le haya parecido algo aburrida, pero era necesaria y, en mi opinión, la llevaron muy bien.
En gran parte, gracias a los voz en off de Claire, un recurso narrativo imprescindible con el que también se han lucido, porque han sabido introducir las partes del pasado de los protagonistas de forma magistral. Que, por encima, Claire ya ha demostrado que es una narradora genial, inteligente, fuerte, decidida, práctica y que sabe adaptarse a las situaciones cuando lo necesita. Soy muy fan suya. Y el tono y el acento de la actriz queda chachi piruleta.


Y es que lo único, pero único, que se le puede sacar a la serie es que el actor que interpreta a Frank y a Jack se les parece tanto como un huevo a una castaña. La arruga de expresión en la mejilla me inquieta un poco. Pero no es una queja válida, en absoluto, dado que ha sabido llevar a sus personajes tan bien que dan ganas de aplaudirle. Al menos a Frank, porque a Jack el Negro sólo le hemos visto en plan violador imbécil. Lamentablemente, pronto veremos más de él. ¿Qué? Ya he leído el primer libro y Jack es un cabrón y un enfermo sexual a la altura de Cersei Lannister o Calvin Sterling. ¡Flipad, que la una se tira a su hermano y el otro llama a las adolescentes a las que tortura "kitten"! Son muy repulsivos. Ya descubriréis el porqué, que a mí me sorprendió mucho y quiero leer vuestras caras de idiotas. Muajajajaaja...


Y luego está Jamie, al que hemos visto muy poco pero es muy guay. Además, como estaba algo guarrillo --pero guarrillo en plan Aragorn de montaraz, no en plan Antonio Recio-- no se le notaba mucho que era pelirrojo, lo que es bien. ¿Qué? ¡Los pelirrojos me desinflan la líbido! No me juzguéis, que vosotros también tendréis lo vuestro.


Así que, vayamos con una pequeña ficha:
  • Lo mejor: La fotografía. La serie, como he dicho hasta hartaros, es preciosa.
  • Lo peor: Como suenan los escoceses hablando entre ellos. Que sí, que es el idioma que tenían, pero parece que estén haciendo gargaras con cuchillas de afeitar.
  • Lo más divertido: Como en el libro, las caras de los escoceses cuando Claire pide enseres médicos y acaban dándole cerveza para el alcohol, aliviados de oír algo que entendían.
  • Lo más WTF?: El cunilingus sobre la mesa del castillo. Que sí, que eran muy apasionados y tal, pero la tía se sienta en una mesa sucísima sin ropa interior y encima tienen relaciones ahí. Yo tenía un careto de grima que no podía con él. ¡Qué ahí se trataban pacientes! ¡Qué el castillo lleva un siglo abandonado! En serio, no.
  • Lo más bonito: El baile de las druidas.
  • Lo más asquerosillo: Claire cortando el riego sanguíneo de la pierna del soldado. ECS. No necesitamos que nos enseñéis una pierna por dentro, gracias.
Moraleja: Vedla, copón.