miércoles, 26 de febrero de 2014

Alanis: Capítulo 2

Bueno, pues aquí estoy de nuevo.
En primer lugar quiero decir que Laura y Martín son OTP y que ambos se fueron juntos después de que ella viese a Jacobo rehacer su vida. Es un símbolo de su amor puro y verdadero.
En segundo lugar quiero que veáis la serie.
En tercer lugar quiero que veáis también Velvet.
En cuarto lugar quiero que veíais B&B porque me he visto del tirón los dos capítulos que llevan y son geniales y me encantan mucho.
En quinto lugar quiero que alguno rechace a un par de horas de sus días y me las ceda, porque no me llegan las horas, y eso está feo.
En sexto lugar voy a colgar el segundo capítulo de mi fic Alanis.
Sé que algunos os negaréis a leerlo porque flipé mucho con lo del caldero. No os guardaré rencor. Pero os perderéis el siguiente capítulo en el que Álvaro abre su corazón en un aeropuerto. Y el que avisa no es traidor.
Dedicado a la suma sacerdotisa, que es un faro iluminado en la senda del kenal. Y hay que hacer piña:





2          De porras, cereales insípidos y resacas.


Ariadne abrió tanto la boca que podían contársele los empastes. La cantidad era inesperada para los que no sabían su adicción al dulce.
Tania inclinó ligeramente la cabeza, sin saber si había entendido bien el mensaje o era una jerga de ladrones.
Jero tenía el rostro desencajado, y parecía sinceramente incrédulo.
Deker Sterling se sorprendió, soltó una corta risotada, y tendió la mano abierta a su amigo.
-Me debes veinte euros.
Álvaro arqueó una ceja.
-¿Tú sabías algo de esto?
-Sabía que la guerra que se traían Edwar y Jacob era por ti, Bella, lo del bebé ha sido una inesperada sorpresa.
Hizo una mueca ante las referencias a Crepúsculo.
-Más bien es un culebrón venezolano. Y una broma. ¿Verdad?
La esperanza brillaba en el rostro de Ariadne, esperando la confirmación de que todo había sido una broma absurda.
-Lo siento, pero no. Tendrás un primo – confirmó Felipe.
-No sabes si es tuyo.
-Dudo sinceramente que tú cuentes como hombre.
-Dudo sinceramente de que alguno de los dos sobreviva los nueve meses necesarios para descubrirlo a menos que os calléis.
Ambos obedecieron ante el tono de Álvaro, frío, cortante, ligeramente arrastrado, y lleno de ansias asesinas.
-Y… ¿Habéis elegido nombres?
-¿Crees que provocar a un asesino furioso es una buena idea?
-Buena no, pero, ¿divertida? Divertida es un rato.
Felipe tosió para llamar la atención.
-Os contamos esto porque confiamos en vosotros…
-Y os ibais enterar de todas formas – añadió Kenneth.
-… pero debe quedar en el más absoluto secreto.
-Bueno, no es cómo si alguien fuese a creérselo – mencionó Jero.
-¿Eso es bueno o malo?
-No lo tengo muy claro, estoy en shock.
-Esa no es excusa. Apoquina.
Jero refunfuñó mientras sacaba la cartera.
-Quién podría haberlo imaginado…
-Yo pude.
-Tú no cuentas.
-¿Sabéis que es lo peor? – añadió Tania; todos le miraron – Que lo del bebé inesperado y secreto sí que es parte de la trama de Crepúsculo.
-Tania, ¿por qué eres tan cruel conmigo? – se lamentó Álvaro.
-Sólo prométeme que si es una niña no la llamaréis Renesmee.
-¿Ese nombre existe?
-No, fue una amalgama entre los nombres de las abuelas. Fue un detalle bonito, pero el nombre no es que quedase muy bien, a decir verdad.
-Carpetera – tosió Deker.
-¡Dejad de decir eso, jolín!
-Cada vez que dices “jolín” muere un hada.
-¿Eh?
-Referencias a Peter Pan aparte, creo que la conversación a terminado – sentenció Álvaro levantándose para salir.
Kenneth y Felipe se apresuraron a seguirle, seguramente para tratar de convencerle de que se quedase, llorarle, o suplicarle.
-Esto es… Raro.
-Rarísimo.
-Quiero decir – continuó Ariadne –, ¿alguno ha entendido con cual de los dos está?
Hubo unos segundos de silencio.
-Yo creo que ni siquiera ellos lo saben – resolvió Jero.
-Mi tío parecía querer desmembrarles a los dos.
-Yo creo que esta situación exige una porra.
-¿Una porra?
Deker se levantó para coger una libreta al azar y un bolígrafo.
-¿De quién decís que es?
-¿Te parece apropiado hacer esto? – le preguntó Tania cruzándose de brazos con actitud reprobatoria.
-No – reconoció haciendo la tabla –. Yo voto porque es de Murray.
-¿No le odiabas? – le recordó Jero.
-Es un compromiso; él es inglés.
-Mi tío es medio inglés – mencionó Ariadne.
-… Ya me he puesto en la tabla.
-Yo voto por el profe, con lo de la máquina de escribir se portó.
-Eso no tiene nada que ver – bufó Ariadne.
-¿Y entonces, Rapunzel?
-Está claro que es de mi tío. Apúntame cinco euros.
-¿Cinco? ¿Qué clase de sobrina eres?
-Yo no voy a poner más de diez, ya me he arruinado con nuestra última apuesta – declaró Jero.
-Yo pongo quince por Felipe.
Todos miraron a Tania, que se sonrojó.
-El profesor Murray no parece tener genes dominantes, ¿vale?
-¿Te parece apropiado? – preguntó Deker sarcástico.
-¿Tienes miedo a perder o qué? Apúntame de una vez.
-Yo subo a veinticinco – añadió Ariadne.
Deker lo apuntó, riendo entre dientes de una forma que habría hecho estremecerse a todas las madres del mundo.


-Habla más despacio – pidió Mateo frotándose el puente de la nariz –. ¿Qué le ha pasado a un caldero?
-Voy a ser padre, Mateo. ¡Yo! ¡Si ni siquiera supe ser hijo, ¿cómo voy a ser padre?!
Mateo suspiró, sin haber pillado la referencia a Física y Química y sin saber como reaccionar a las noticias de su amigo.
-¿Estás seguro de eso?
-En ese caldero hay algo. Y está creciendo – su mano tembló descontrolada cuando se la pasó por el pelo.
-Bueno, a ver, sé que es impactante, pero no tiene porque ser necesariamente malo.
Al ver su mirada, decidió callarse.
-Es algo malo. Es algo horrible, Mateo. Voy a tener un hijo. ¡Yo! ¡Y ni siquiera sé con quién!
-¿Y quién quieres que sea?
-¿Eh?
-¿Quién quieres que sea el padre?
-Yo… ¿Cómo esperas que lo sepa?
Mateo le fulminó con la mirada.
-Pues eso es lo primero que tienes que saber. ¡Aclárate! Si lo hubieses sabido desde un principio nada de esto habría pasado.
-¡Es que no lo sé! Es decir, cada uno es… Y yo… Y ellos… ¡No lo sé! ¡No lo tengo nada claro! ¡Ambos son idiotas!
-Sí, ¿pero cuál es tu idiota?
Su amigo le miró sin poner ninguna expresión.
-¿Me estás vacilando?
-Cuando te aclares, podrás actuar en consecuencia. Hasta entonces, métete en tu casa y no respondas al teléfono.
No es que hubiese mucho más que hacer, después de todo.

-Felipe.
Mateo siguió hundiendo sus cereales con la cuchara sin variar la expresión.
-Felipe, ¿qué?
-Quiero que el padre sea Felipe.
Mateo cambió de oído el auricular para echarse azúcar.
-¿Y por qué?
-Estoy siendo objetivo – explicó; Mateo podía ver el aspaviento sin esforzarse –. Felipe es rey, y Kenneth miope.
-Así que le has descartado por ser miope.
-No me molesta que sea miope – replicó; Mateo oyó un murmullo acerca de gafas eróticas, pero decidió ignorarlo –, pero si mi hijo lo evita, mejor.
-¿Ese ha sido tu criterio? – preguntó con un suspiro – Estás eligiendo un novio, no un semental.
-No ha sido sólo ese – se defendió –, también he investigado para saber si hay casos de calvicie en sus familias.
-Es una broma – masculló pescando los cereales con la cuchara –, ¿y si no hubiese gafas ni calvicie?
-… Las hay.
Mateo suspiró, probándolos. Sabían a cartón.
-Déjate de gafas, calvicies, y tendencias a las enfermedades coronarias. El niño está encargado. Búscate novio.
-Tú me preguntaste quien quería que fuese el padre – le recordó.
-De forma sentimental, no genética.
-Llevo buscándolo de forma sentimental meses, y no me he aclarado.
-Pues date prisa, el niño no va a esperar a que te decidas.
-¿Quieres meterme presión por alguna razón en particular?
-A ver, Álvaro, eres consciente de que no tenemos quince años, ¿verdad? – preguntó mientras leía la parte de atrás de los cereales.
-¿A qué te refieres?
-Esto podría ser un tema al que dar vueltas si fuésemos adolescentes. Y tuviésemos pechos. Decídete por uno y punto.
-No es tan fácil.
-Ni tan difícil.
-He pensado en tirar una moneda al aire.
-Si haces eso tendré que pegarte – le advirtió –. Se serio, Álvaro, es importante.
-¡Es que me gustan los dos!
-Pues dudo que quieran montarse un trío, así que tendrás que hacer algo.
-¿El qué?
-No lo sé, prueba a buscarlo en Google – ironizó.
Hubo unos instantes de silencio.
-De perdidos al río.
Mateo suspiró ante los pitidos del teléfono y lo dejó en su sitio.
Miró la caja de cereales integrales y volvió a suspirar. Adiós a su iniciativa de dieta sana. Los tiró a la basura y sacó los churros congelados del congelador. Encendió la freidora mientras tatareaba Yellow Submarine, de los Beatles.


La búsqueda en Google no había dado resultados. Se lo esperaba, pero Álvaro volvía a estar sin ideas.
Empezaba a considerar subirse a la mesa y cantar una canción sobre sus sentimientos, esperando que la tostadora cobrase vida y le diese una solución como si estuviesen en una película de Disney.
-Si estuviese aquí la señora Potts…
Cuando tu última esperanza es una tetera de dibujos animados, sabes que has llegado a un punto muerto.
En ese momento, Álvaro tomó una decisión. No fue una decisión que cambiase su vida. No todo apareció claro en su mente. No hubo ningún cambio significativo, más que el cómo sus hombros se destensaron, y la resignación inundó sus rasgos.
No era capaz de elegir.
Seguir esforzándose y dándole vueltas a las cosas carecía de todo sentido.
Que fuese el caldero el que eligiese.
Al relajarse, su cuerpo se hundió más en el sofá, pero Álvaro no se movió un ápice. Continuó mirando al techo, con la mente en blanco.
Y sonó el teléfono.
-¿Sí?
-Álvaro, soy Dylan.
Recordaba a Dylan, o Jesús, como decía su DNI. Rubio, ojos marrón chocolate, buena musculatura, sonrisa bonita y un culo de infarto. Lo había conocido unos años atrás, y ambos habían congeniado rápido. Era un buen compañero para ir de fiesta.
-Hola, Dylan, ¿cómo estás?
-Me he enterado de que has vuelto a Madrid, ¿cuándo ibas a llamarme?
-He estado ocupado – se excusó.
-Tienes que venir de fiesta esta noche, han abierto un club genial, te va a encantar.
La definición de un club genial que tenía Dylan, era aquel en el que había camareros guapos.
-No sé… Tengo mucho trabajo – mintió.
-Siempre tienes mucho trabajo. ¡Somos jóvenes! No te matará una buena juerga.
Álvaro suspiró. No tenía cuerpo para fiestas, pero las paredes de su piso se hacían más pequeñas por minuto, y empezaba a ahogarse ahí dentro. Además, en nueve meses no iba a poder salir por la noche…
-¿Voy a recogerte? – accedió.
-No hace falta, paso yo a por ti.

Como habíamos mencionado, Álvaro era una sartén de teflón para la fealdad, simplemente le resbalaba sin afectarle lo más mínimo. Y, además, era bastante coqueto. Por lo cual, siempre estaba guapo y perfectamente arreglado.
Esa noche batió su propio record.
Brillaba con luz propia, resaltando entre la gente.
Bebió hasta marearse, bailó durante horas, y consiguió veintiún números de teléfono.
La resaca al día siguiente fue brutal.
Sacó lentamente la colcha de encima de su cabeza, e hizo una mueca al sentir la luz natural en la cara. ¿Quién había abierto las cortinas? Se giró, apretando sus maltratados ojos contra la almohada para evitar esos rayos malignos venidos del mismo averno.
Sintió el hombro de alguien en su mejilla.
Se tensó automáticamente.
Él nunca llevaba extraños a su casa.
Giró lentamente la cabeza, para ver el rostro dormido de Felipe Navarro a su lado.
Le gustaría decir que no soltó un grito y se cayó de la cama.
Pero no siempre tenemos lo que queremos.
También le gustaría decir que no fue un grito extremadamente femenino y agudo.
Pero Álvaro, ante todo, es un hombre sincero.


Felipe era una persona capaz de pensar en un millón de cosas a la vez. Siempre lo había sido. Pensaba en mil cosas y conseguía prestarle una atención adecuada a cada una de ellas. Orden en su desorden mental. Él era así, un desorden largo y extenso, dentro del cual había un orden propio. Intrínseco.
Por eso, le resultaba incómodo y exasperante tener un pensamiento monopolizando su cuidado orden mental.
Ese pensamiento era Álvaro.
Y es que era ilógico. Era absurdo. Era un sinsentido.
Porque le conocía desde hacía años, y esos sentimientos siempre habían sido suaves, tranquilos, mansos. Siempre habían estado en un segundo plano.
Ahora monopolizaban su mente.
Álvaro, Álvaro, Álvaro, Álvaro.
Se preguntó cómo era posible que quedasen en algún momento ocultos por una chica cualquiera. Ni siquiera cuando estaba obsesionado con ellas causaban los estragos que causaba el recuerdo de Álvaro.
Constantemente.
Se preparaba unas tostadas y recordaba su sonrisa. Intentaba concentrarse en las cuentas del internado y pensaba que, coño, él había tocado esas hojas, las había organizado, las había redactado, seguramente con una mueca de aburrimiento. Se servía una copa para tratar de relajarse, y recordaba que él lo había hecho ese fatídico día, veía como si estuviese allí el movimiento de sus hombros mientras servía, y el efecto de la luz en su cabello rubio. Pero lo peor era cuando llegaba de improviso, cuando veía ese recuerdo enterrado por los años sin ninguna relevancia pero le ponía la carne de gallina. Un mechón de cabello sobre la frente. Dedos largos y suaves retirándolo, ocultando menos de un segundo sus ojos azules. Los dedos, hábiles, colocándolo tras su oreja, acariciando en un roce la carne suave y flexible antes de caer como si nada. Ese pequeño tirabuzón que formaba el mechón rebelde, doblado contra el lóbulo, atrayendo la luz. Sentía ganas de llorar de frustración cuando recordaba ese mechón y ese roce. Ni siquiera estaba seguro de si ese recuerdo era real.
A veces, bajaba a la cámara de los Objetos y miraba el caldero, brillando con esa luz rosada. Sentía, entonces, una presión el pecho tan fuerte que podría vomitar sus pulmones y su corazón. Porque estaba aterrado. Porque no quería ser padre. Porque quería que fuese suyo. Porque necesitaba a Álvaro en esos momentos y no lo tenía.
Nunca lo tocaba.
Nunca.
No se atrevía a alargar la mano hasta él y tocarlo.
Seguía pensando que no podía ser real, que todo era un extraño sueño.
Pero no lo era.
No lo era.
-Mucho has tardado – suspiró Gerardo, poniendo los ojos en blanco mientras él se abrochaba el abrigo.
-Encárgate de todo.
-Volved rápido – le ordenó.
-¿Plural?
-Oh, vamos, he visto esto desde el principio. Puede que Álvaro haya cogido cariño a Murray, pero lo vuestro viene de atrás.
Felipe le dedicó una sonrisa tan amplia que podría haber iluminado media España en Navidades. Y sin que las bombillas de los adornos fuesen de bajo consumo.

Todas sus fantasías de comedia romántica se desmoronaron al ver que no estaba en casa.
Suspiró con pesadez, y se sentó en el sofá a esperar. No pensaba irse sin hablar con él. No iba a levantarse de ese sofá hasta que volviese.
Incumplió eso último un par de minutos después para quitarse el abrigo. Y diez minutos después de eso se sirvió un vaso de agua. Y veinte minutos después de lo último tuvo que ir al baño. Pero aparte de eso, no se movió. Porque el mando de la televisión le quedaba cerca y no tuvo que levantarse.
Tres horas después de su llegada, Álvaro apareció por la puerta.
No le veía tan borracho desde el Incidente Edimburgo.
-¿Dónde has estado?
-De fiesta – su voz sonaba espesa e insegura –. ¿Y tú que haces aquí?
-Quería hablar contigo.
-Hablar, ¿así lo llaman ahora? – rió – Todo el mundo ha querido hablar conmigo esta noche, estoy servido.
-Lo que estás es borracho.
-Puede – admitió encogiéndose de hombros –, pero también servido. Los cuartos oscuros son el mejor invento desde el vodka.
-Te llevaré a la cama – suspiró.
Álvaro se apartó de él, tambaleándose violentamente.
-Tarde. Muy tarde. Tuviste años para llevarme a la cama. Ahora no quiero.
-Necesitas dormir – le explicó cogiéndole con delicadeza y llevándole a su cuarto.
-Siempre había otras – sollozó apoyando la cabeza en su hombro –. Siempre. Lo hacías siempre. Una, y otra, y otra.
-Lo sé – susurró algo inseguro –. Lo siento.
-Y eran más feas que yo.
-Todo el mundo es más feo que tú – rió.
-Y malignas.
-Ahí tienes razón.
-Y estúpidas.
-Ahí ya no.
-Y ni siquiera te atreviste a besarme. Nunca. En todos esos años – le reprochó mientras él le apoyaba en la cama.
-Era un crío verdaderamente estúpido – se disculpó.
-Hazlo ahora.
-¿Qué?
Antes de que pudiese reaccionar, Álvaro le estaba besando con ansias. Felipe no pudo contener un gemido, pero le separó.
-Estás borracho.
-Mucho – admitió riendo, con expresión traviesa.
-Necesitas descansar.
-Aburrido.
-Duerme – le ordenó con dulzura, retirando ese mechón rebelde de cabello rubio que a veces, sólo a veces, le caía sobre la frente.
-Felipe.
-¿Sí?
-Te he mentido.
-Te perdono.
-No estoy servido.
-¿Eh?
Felipe se reprendió a sí mismo, parecía que el borracho era él por no enterarse de nada. Trató de separarse de Álvaro, otra vez, pero no es que estuviese en su mejor forma física, y su viejo amigo era más fuerte de lo que parecía.
Además, su cuerpo había estallado en abierta rebelión contra sus órdenes mentales. Su cerebro gritaba “no”, pero el resto era “sí”. Lo gritaba, lo chillaba, lo gemía. Sintió un ramalazo de celos al preguntarse donde había aprendido a besar así. Celos que no tenía derecho a tener. Era un puto pecado. No, Álvaro, era el pecado hecho carne. Pensar en pecado y en carne no ayudó, precisamente. Su último pensamiento coherente fue “mierda”, al oírle gemir contra su boca.
Uno era humano, después de todo.

-¿Qué ha pasado aquí?
Álvaro, despeinado, sonrojado, y algo horrorizado, le miraba desde el suelo de la habitación. Habría sido divertido de no ser por la parte del horror.
-¿No te acuerdas? – bostezó.
-Me acuerdo de que salí de marcha, y que Dylan me trajo a casa, y… – cerró los ojos con fuerza, apretándose la sien – Oh, Dios.
-Te acuerdas.
-¡Oh, Dios!
-¿Estás bien?
-¿¡Cómo voy a estar bien!? ¡Estaba como una cuba, Felipe! ¿Cómo has…?
-¿Yo? Fuiste tú el que casi me viola, te lo recuerdo.
-¡Estaba borracho!
-Bueno, eso es exclusivamente culpa tuya.
Estaba ligeramente irritado por un despertar tan alejado de lo que esperaba. Y por ese tal Dylan.
-¿Se puede saber que hacías en mi casa?
-Quería hablar contigo.
-¿De qué?
-De nosotros.
Álvaro le miró con incredulidad, sin hacer todavía movimiento alguno para levantarse del suelo.
-Fuera.
-Álvaro…
-Fuera antes de que te mate.
-Pero yo…
-¡Fuera!





Bueno, pues ya veis lo que ha pasado. La cosa no acabará así. Se va a liar. Si Álvaro no da la impresión de estar borracho lo siento mucho. Soy una niña buena y puritana que nunca ha tomado más que un sorbito de vino ni ha visto a nadie borracho fuera de la tele. Lo sé. No lo digáis. Es triste.
¿Y vosotros que opináis? ¿Felipe se aprovechó? ¿Álvaro está exagerando? ¿Debería haber escrito lo que pasó esa noche? Obviad la última pregunta. O no. Mientras comentéis... ;P

2 comentarios:

  1. ¡¡Piña shipper!! Gracias por la dedicatoria <3
    La situación del caldero es demasiado surrealista, me río sólo de pensar en ella xDD Y Deker apostando dinero, eso fue buenísimo xD Deker mola. Lo sabes, lo sé, lo sabemos.
    Y las referencias a Crepúsculo, ay, dios, qué risas. Y eso que no me he leído los libros.
    Me ha conquistado la frase de "¿Cuál es tu idiota?". ÉPICA. Bueno, en general, está lleno de frases lapidarias. Mi cara es un poema mientras lo leo xDD Una mezcla entre "no puede ser" y "Ajajajajjfjsfhsiodjfs".
    Eso sí, Artemisa, ¿DÓNDE ESTÁ EL KENNAL? NO PUEDE SER QUE FELIPE SE LO HAYA TRINCADO PRIMERO. Vale, es más justo, ya que se conocían desde niños... Pero aún así, el Kennal debe prevalecer. Fue Kenneth el que despertó la trama. Fue Kenneth el causante de que Felipe saliera del armario. Kenneth, el padre de su hijo. PORQUE VA A SER DE KENNETH. Deker apostó por él. Y Deker siempre acierta. ¿Alanis es una mezcla de las dos abuelas? ¿Es nombre de chico o de chica? ¡¡MELLIZOS!! Así uno es de cada uno. O los dos de Kenneth. Porque es a Kenneth a quien necesita Álvaro. Felipe sería reabrir una herida. Debe dejarla cicatrizar. Felipe con Dylan/Jesús, que es rubio como Álvaro. Kenneth y Álvaro. Recuérdalo siempre, Artemisa. Kennal, Kennal, Kennal...
    Acabo de sentirme como el Oráculo del Sur de la Historia interminable xD
    PD: Acabo de empezar a leer La casa de Hades... Demasiados feelings para el día de hoy xD

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    Respuestas
    1. ¡¡Pina shipper forever!! Gracias a ti por el comentario <3

      La situación es increíblemente surrealista, pero te aseguro que hay cosas muy parecidas, o peores, en el fandom del drarry. Mi MPreg favorito es del que Draco es una veela y puede quedarse embarazado xD
      Deker le echa mucho morro a la vida. Y mola lo que no está escrito. Lo sabe todo el que lo lee porque aparece por primera vez ignorando a la gente, leyendo un tocho, su primera frase es una burla y su segunda frase es un insulto a Erika. Se merece nuestra sincera adoración.

      Yo sí que me los leí, me dije que para criticar algo había que leerlo. No están mal. No para el fenómeno fan que han despertado, pero son ligerillos.

      Yo tengo la misma cara mientras lo escribo, una mezcla de "Cómo estoy flipando" y "XD". Me lo paso pipa yo sola =P

      Me abrumas a la vez que me haces revolcarme de risa, Sofía xD
      A ver, el próximo capítulo habrá kennal. Y felal. Y chistes sobre personajes históricos. Y menciones a Hugh Grant. Pero tendrás que esperar dos semanas. Sigo la senda de Magik y estoy teniendo problemas con el cuarto capi.
      El kennal es el futuro de Cuatro Damas. Pero esto es un fic. Podemos especular sobre con quién se quedará Álvaro, por supuesto, pero no sobre quién es el padre. Porque no lo sé ni yo. Y pienso echarlo a cara o cruz. Tu argumento de que Deker siempre acierta casi me convence, pero yo tiro la moneda al aire.
      Alanis, definitivamente, no es una mezcla de los nombres de sus abuelas. Aunque te has dado cuenta de que será su nombre ::aplaude::, bien por ti. Lo que sí voy a adelantar, es que habrá chistes crepusculianos al respecto. Pero eso ya, después.
      Reconozco que consideré lo de los mellizos XD Pero no, habrá un bebé con un solo padre. Oh, bueno, con dos, pero tú ya me entiendes ;P
      ¿Interpreto tu discurso como que quieres participar en la porra? Magik ya lo ha hecho ::se pone el disfraz de Ludo Bagman::, te apunto un fic/manifiesto acerca del kennal, que ya es hora de que hagas un comunicado oficial.
      ... No pensé lo de Dylan. Lo consideraré xD

      PD: Te encantará. Es genial. Cuando acabes pásate por mi entrada acerca de Nico y discutamos lo genial que es.

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