sábado, 28 de diciembre de 2013

El maravilloso cumpleaños de la grandísima suma sacerdotisa Sofía

Vale, esto es un fic chorra sin ninguna calidad. Como todos los míos, siendo sinceros. Pero este es un fic random, para celebrar que la suma sacerdotisa Sofía lleva ya diecisiete años viva.


Sí, sí, todos adoramos a esa maravillosa friki. Se hace querer. Y por tanto, como me sería imposible llegar a donde vive por mi pésimo sentido de la orientación y el precio de los trenes - hasta Robin Hood envidia a Renfe por su talento para robarnos -, además de cosillas familiares y lógica, que tampoco es que me hayan detenido nunca, le regalo este fic chorrilla, sobre su vida y grandeza.
¡Feliz cumpleaños!

Que tarta más chula, ¿eh? Una sacerdotisa con suerte :P




El maravilloso cumpleaños de la grandísima suma sacerdotisa Sofía.


La suma sacerdotisa Sofía cerró su portátil con un suspiro y se alejó del escritorio. Detrás de ella, las demás sacerdotisas, súdbitas que existían solamente para alabar su grandeza, discutían en susurros acerca de si su vídeo de los maromos buenorros élficos bailarines era mejor que su "Lazarillo de Orense". Las primeras defendían que en él salían chicos guapos, las segundas afirmaban que el "Lazarillo de Orense" había sido la cima, y resultaba insuperable.
Estúpidas.
Su grandeza no tenía límite.
Salió a pasear por su enorme templo, construído para adoración de su persona. Porque ella molaba tanto y era tan Amor, que la gente se pegaba por adorarla. Que tiernos.
Como era su costumbre, prendió fuego a un par de imagenes de Daenerys Targaryen, a la que odiaba especialmente desde que le habían dicho que se parecían - obviamente, les había enviado a sus ordas vengandoras para que les asesinasen por tal injuria contra su persona - y rezó un par de oraciones por el kennal.
Como suma sacerdotisa, parte de su trabajo consistía en apaciguar los ánimos de los fans de la diosa Magik, cosa que llevaba horas. Mucha gente lloraba en su puerta durante días. Por suerte, los únicos que había esas semanas eran mega-fans de Deker que se quejaban de la decisión de Álvaro y gente que lloraba porque no había capítulo de escenas eliminadas. Ella lloraba esa gran pérdida por dentro. Lamentablemente, no se la había ocurrido a tiempo eso de hacerle chantaje emocional en plan "es mi cumpleaños y sufro como Geno quiero ver a Tania cantando Esta soy yo de Marta Sanchéz porfa plis". En el fondo era demasiado buena...
Una jovencita, fascinada por su grandeza, avanzó tropezando hacia ella cuando se disponía a tomar su tarta de cumpleaños especial. Exacta a Hogwarts y de chocolate. Ah... Las gratificaciones del frikismo.
-Señora - balbuceó -, alguien quiere veros.
A ella no le sorprendió, ¡todo el mundo quería verla! Esa era una de las razones por las que había llenado la entrada del gigantesco templo con esculturas suyas.
-Ya he acabado por hoy, puedes retirarte.
-Pero, señora... No es un feligrés.
-¿Y quién es?
-Un emisario, señora. De la pitia suprema.
Oh, Artemisa... Su fortaleza respecto al kennal era débil, pero la chica le divertía. Y las shipper debían hacer piña.
-Que pase.
Era su famoso unicornio turquesa, en el que se lanzaba para leer los capítulos.
No se lo imaginaba con gafas de leer. Ni tan regordete. Todavía llevaba la pipa en el hocico, de la que salían anillos de humo mejores que los del mismo Gandalf.
-Le traigo un regalo de mi señora - explicó. Tenía un acento ligeramente británico.
-¿Qué regalo?
-Trasteando con el polvo de hadas que le regalo el joven Pan por Navidad, ha logrado lo que toda friki quiere: la piedra del maromo.
-No es posible - por primera vez en años, su voz se quebró -. Es sólo una leyenda.
-No lo es. Lamentablemente, los efectos son limitados, mi señora. Sólo durará hasta que den las doce.
-Dijiste que era cosa de Peter Pan, ¿por qué tiene las normas de la Cenicienta?
-La disneylización, señora.
-Tráeme el regalo.
Él arrastró un enorme paquete hasta el centro del salón, hizo una inclinación, y salió sin más dilación. Jo, rima.
En todo caso, los envoltorios cayeron, dejándolo a la vista.
-Tú...
Hugh Jackman, el mísmisimo y amantísimo Hugh Jackman, le sonreía con picardía con un lazo enorme. Pensaría que era un sueño, pero llevaba ropa, por lo que era poco probable.
-Mi querida futura esposa, estoy aquí para complacer vuestros deseos en este día.
-¿Lo juras? ¿No es una broma? ¿Y la cámara oculta?
-Lo juro. No. No la hay.
-¿En serio?
-Completamente.
Ella le escuadriñó con la mirada. Parecía sincero...
-Hazme un strepteasse mientras me como la tarta.
-Hecho.
Ella comenzó a degustar la magnífica tarta, ganadora del premio Tartas para Sofía, que se hacía una vez al año, y en la que todos los buenos hacedores de tartas luchaban para poder complacerla. Hugh ya estaba bailando sin camiseta.
Puede que no haya leído El señor de los anillos, pero con el regalo se ha lucido.
Y Hugh se arrancó los pantalones.

jueves, 26 de diciembre de 2013

Sobre hobbits adorables, enanos con una buena patada en la boca y magos que trabajan a media jornada

¡Artemisa a vuestro servicio, maestros de frikismo! ¿Cómo os encontráis está apacible tarde pos-navideña? ¿Bien? ¡Me alegro! ¿Alguna indigestión reseñable por hincharse de chuches y chocolate? Yo sí, ¡pero no estamos aquí para hablar de eso!
Cualquiera que me siga en twitter, sabrá que ya me he acabado El Hobbit. Y cualquiera que leyese mi LJ, sabrá también que yo no reseño los libros que leo. Entraría en spoilers. Todo el tiempo. Pero bueno, esto es una reseña conjunta del libro y la peli, al menos la primera, que, sí, contendrá spoilers.

Bueno, pues el libro comienza con la consabida frase:
En un agujero en el suelo, vivía un hobbit.
Ese hobbit se llamaba Bilbo Bolsón. O Baggins. O Labingi. O Bulseiro. O Panauste, si sabéis estonio. Como yo no soy buena en idiomas, y no sé cuantos sabéis vosotros, le llamaré Bilbo Bolsón.
Bueno, pues Bilbo es un Bolsón, o todas las variantes ya vistas y muchas más, y los Bolsón son hobbits respetables. Por respetables, decimos hobbits que se quedan en sus agujeros-hobbits fumando en pipa, comiendo siete veces al día y no queriendo aventuras. Pero también es un Tuck. Por parte de madre. Y los Tuck, si bien no son respetables, son muy ricos, y sus miembros sí tienden a las aventuras.
Bilbo parecía ser un Bolsón desde la coronilla hasta la punta de sus peludos pies, y lo era, hasta la llegada del mago Gandalf.
Gandalf quiere enrrolarle en una aventura. Bilbo se niega y, por los nervios, le invita a tomar el té al día siguiente. Fue un error. O un acierto. Depende de en que punto de la historia se mire.
Le mete a TRECE enanos en su casa, para que sean sucios, ruidosos, y canten canciones sobre desafilar cuchillos, romper platos y demás. Bilbo flipaba bastante, pero, como buen anfitrión, les sirve con educación. Reconozcámosle el mérito, ¡yo les habría echado a varazos de mi casa! Además, le dan un contrato para convertirle en el saqueador de su compañía de enanos. Al final, Bilbo firma y parte a la aventura.
Pero, ¿cuál es el objetivo de dicha aventura?
En el año 2.770, Smaug el terrible, un enoooooorme y poderoso dragón rojo y dorado, atacó la ciudad enana de Erebor. Erebor, o Montaña Solitaria, era el reino enano más próspero, rico y famoso de la antigüedad. Asumo yo, que todavía no he leído sobre ningún otro excepto las Colinas del Hierro, pero vamos, que se sobreentiende. Bueno, pues que Smaug, que era muy puñetero el cabroncete, destruye, quema, asesina, y acaba expulsando a los enanos, para quedarse restregándose en el oro. Jo, así dicho suena mal. Restregarse en plan malvado con un tesoro, no en el otro plan, que es un cuento infantil. Aunque, claro, se supone que los pitufos y los teletubbies también son infantiles...
...
En todo caso, dejando a un lado las filias de los dragones, Thorin, hijo de Thrain, hijo de Thror, heredero al trono bajo la montaña, decide recuperar Erebor, y el tesoro que hay allí.

Y esto es sólo una cámara, que ni siquiera se ve del todo. Los enanos llaman al oro como Sookie a los hombres/vampiros/ licántropos/cambia-formas/ demás-bichos-raros-con-forma-masculina.

Vale, pues que pasan muchas aventuras. Yo diría que incluso demasiadas. Porque lo tienen muy difícil. Un cuento infantil con tantas aventuras resulta extraño, hay demasiadas tramas. Me cansó un pelín. Pero bueno, Bilbo estaba encantador y adorable en todas ellas, así que se perdona.
Bilbo, los enanos, y ocasionalmente Gandalf - que, como buen mago, es un constante "ahora me ves, ahora no me ves" -, se enfrentan a todo tipo de peligros, en los que, al final, son el mago y el hobbit los que les salvan a todos. Eso sí, hasta la mitad del libro, los enanos se lamentan por tener que aguantar al hobbit y tener que encargase de él. Hasta la mitad del libro, los enanos como que me reventaban un pelín. ¿Cómo se puede no adorar a Bilbo? ¡Bilbo es AMOR!
Dios creó a Bilbo, y vio que era bueno, y de Bilbo nacerían los cachorritos, los peluches que quieres abrazar para siempre, y los bebés. Génesis, capítulo 1, versículo 25. 
Se sabe.
Pero Bilbo no es sólo adorable, no. También es super inteligente, ¡y vence al malvado Gollum en un reto de acertijos! ::aplaude:: Yo el del tiempo me lo supe al instante, pero fueron complicadillos, saqué algunos, pero en otros estaba más perdida que Marco el día de la madre, como diría Soledad.
Y, hablando de Gollum, no me ha decepcionado. Mola mucho. Por lo que llevo de La comunidad del anillo - poco -, parece que será malo, y me alegro de saberlo por fin. ¿Qué? ¡No me miréis así! Lo único que sabía de El señor de los anillos, es que había un anillo y Gandalf llamaba a la gente insensata. Único. Mis otras fuentes de información eran el anuncio del tío que se pone en plan "Mi tesssssssoooooorooo...", y la parodia que hicieron en Aquí no hay quien viva. Y en esa parodia, Emilio/Gollum dice que es de los buenos. ¡Y yo me fío de Emilio!
En todo caso, yo sólo le veo un pequeño defectillo a la historia. ¿El maltrato de Thorin hacia Bilbo? No, se redime. ¿El trolleo descarado de Gandalf? No, me hizo gracia. ¿Las absurdas cancioncillas que a veces hasta me saltaba y todo? Bueno, eso sí que me cansó, pero vamos, es un cuento infantil, ¡mirad si no a Disney! El defecto, es que los pueblerinos del Lago se carguen a Smaug.
¿Porque me caía bien? No. Bueno, sí, es decir, quería que muriese y toda la pesca, pero era un dragón listo y un pelín sarcástico, esas cosas me ganan. El problema, es que tú estás preguntándote como va a vencerle Bilbo, y no lo hace. No. Lo. Hace. Y tú, con esta cara:


Pero se le perdona. Sí, sí, se le perdona. ¿Cómo no hacerlo, si después pasa lo que pasó? La Batalla de los cinco ejércitos. ¿No os suena? ¡Esa batalla ha tenido que ser, por lógica, inspiración de Martin! Batalla de los cinco ejércitos-----------} Guerra de los cinco reyes. 


Y, además, la batalla en sí mola.

En conclusión: El Hobbit es un libro que a mí, al menos, se me atragantó un poquito por el exceso de aventuras, pero totalmente recomendable. Si bien el estilo puede hacerse algo denso en algunos puntos por eso de ser, al fin y al cabo, un cuento infantil, durante casi todo el libro te encanta, lo disfrutas, y es una forma de expresarse que yo envidio mucho a Tolkien. Por otro lado, Bilbo es un protagonista que, por ahora, me gusta el triple que Frodo, puesto que es dulce, tierno, encantador, y tiene una evolución muy lograda para ser un cuento. Sólo por él vale la pena leer la novela. Eso sí, no intentéis aprenderos los nombres de los enanos, y tratad de no cogerle cariño a Fili y a Kili, por vuestro propio bien.


En cuanto a la película, estoy dividida.
Por una parte, los primeros cincuenta minutos, que algunos consideran los más aburridos por la falta de acción, son mis favoritos. Nos presentan Bolsón Cerrado con una arquitectura y unas formas mucho más bonitas de las que me había imaginado, y el como comienzan a contar la historia me gustó mucho. Me gustó el Bilbo anciano, me gustó el Frodo con el que charlaba, me gustó Dumbledore/Gandalf, me gustó todo, en general. Me había imaginado a los enanos menos rudos, y la canción más divertida, pero está bastante bien. Y luego, la historia de porqué llaman Escudo de roble a Thorin, era bastante parecida a lo que yo me había imaginado, aunque debe aparecer en el Silmarillion o en la trilogía, porque en el libro no.
Debo aclarar que yo puse la película bastante insegura, pues, si bien a la diosa Magik le había gustado, yo tenía miedo. Tenía miedo de que cogiesen una historia bonita, entretenida y tierna, y la convirtiesen en algo oscuro, inquietante, indescifrable, algo más de aventura y de "soy una película muy seria", y no quería eso. Es más, si a mí me llegan a preguntar como creo que deberían adaptar El Hobbit, yo habría dicho que en dibujos animados. Que sí, que vale, que yo siempre me imagino las historias en dibujos animados, pero ese no es el tema. Es que a esa historia le pega, es que esa historia ESTÁ en dibujos animados.
Pero no me quejo de que no lo haya estado, claro, era sólo algo que creí importante mencionar. Me ha encantado la ambientación, y el trabajo de los actores es exquisito. Y sí, mi Bilbo Bolsón se parece a Martin Freeman lo que un huevo a una castaña. Mi Bilbo era un hobbit bajito, regordete, con mejillas encarnadas, algo calvo, sonrisa afable y ese aura de "quieres achucharme" que tiene por definición. El Bilbo cinematográfico no se parece mucho. Pero me ha ENCANTADO el Bilbo de Freeman.
Porque Freeman, plebe, es el actor más mono de la actualidad. Tanto en Love Actually como en Sherlock, tú te ríes y quieres darle un abrazo con una sonrisa, y en El Hobbit, no ha habido una excepción. Bilbo es monísimo, quieres achucharle y pegar un puñetazo en la nariz a Thorin por tratarle mal. Muy fuerte. Quieres que llore y se le quede la nariz de Rudolph durante un mes. ¡O más! Magik - que es, básicamente, con quien he hablado de esto ya que nadie que conozco se ha leído ni El Hobbit ni El señor de los anillos - lo definió como un "borde desagradecido" y yo coincido de medio a medio. Que sí, que tengo una religión a su alrededor y que lo que ella diga cuenta mucho, pero tengo opinión propia - aunque sé que no os lo parecerá ;P - y os digo que es cierto. Un borde desagradecido, que sólo le da crédito después de que arriesgue su vida por salvarle de sus propios errores. Quieres pegarle en la nariz MUY fuerte. Pero aun así, su historia personal mola bastante.
Porque la verdad es que han hecho un buen trabajo con los enanos, a destacar Thorin, Fili, Kili y Balin. Dwalin me pareció muy rudo, Ori se lo han inventado completamente y el resto pasa desapercibido, pero en el libro también pasa eso último, y yo he disfrutado bastante con ellos. Ahora, se les acabó el presupuesto al llegar Bombur, que, básicamente, es Obelix en bajito.

A ver, Bombur, di: "¡Están locos estos elfos...!".

Y ahora llega el pero. Y es que hay un pero. Un pero que tiene nombre y especie. ¿Qué coño pintan los orcos en El Hobbit?
Que sí, que lo he mirado en la Wikipedia y la diferencia entre orcos y trasgos siempre ha sido un error de traducción, siendo éstos los mismos, ¿pero de dónde coño se han sacado el ejercito vengador del Gran Orco Garfio?



No, es que yo he leído el libro, y recuerdo perfectamente que no había ningún orco emulando al Capitán Garfio. Lo tengo clarísimo. Cristalino.
Y ya no hablemos del Gran Trasgo, que vale, después de enterarme de lo de Trasgo = Orco está claro que mi imagen mental estaba equivocada, pero no te esperas esa cosa:


Eso, no es lo que te imaginas pero NI DE COÑA. ¿Qué es esa barba/papada que le han encasquetado? En serio, ¡da grima! Y en el dibujo menos, ¿pero en la peli? Ecs. No pongo una foto de la peli porque o sale demasiado lejos, o demasiado cerca, ¡ni las cámaras quieren captar el asco que da esa horrenda barba/papada...!
De lo de los magos y elfos y tal no voy a hablar, porque esas son las cosas que no se ven en el libro, pero que imagino explicarán a lo largo de la trilogía. Y, para aquellos que lo hayan leído, será super emocionante y super guay volver a verles a todos. Yo me imaginaba a Enrold rubio platino, pero teniendo en cuenta que mi único referente respecto a los elfos eran imágenes sueltas de Legolas, eso fue un error mío completamente comprensible.


En definitiva, tanto el libro como la película son verdaderamente recomendables, aunque mi consejo es que esperéis a leeros todos los libros antes de verla.

Y ahora, si me disculpáis, he quedado con Enrold para buscar runas lunares en los libros de Martin y ver si hay alguna pista de como acabará. ¡Que vuestras barbas nunca crezcan ralas!


lunes, 23 de diciembre de 2013

La maldición del príncipe Kentin

Ayer vinieron mis malvadas primas a dar la tabarra. Y, como siempre, una de ellas se coló en mi habitación, mientras yo leía El Hobbit. Me molestó un poco, pero Bilbo ya había sacado a los enanos de la fortaleza de los elfos del Bosque Negro. Así que me fastidié.  Me llega a pillar un minuto antes y la saco de una patada.
Pena.
Bueno, después de una inocua conversación de convenciones sociales, me pidió ayuda para escribir un cuento para el concurso del colegio. Por pedir ayuda, entended que se lo hiciese yo. Normalmente, me habría negado, ¡al principio lo hice! Pero es que gracias a la lectura de El Hobbit, los cuentos infantiles llenaban mi mente, y decidí contarle una versión de cuento de hadas acerca del Kennal. Con Kenneth como chica. Porque tenía que parecer que lo había escrito ella y en ese colegio me conocen.
Lamentablemente, se aburrió pronto, pero yo decidí que iba a escribir esa historia. Lo comenté en twitter, y recibí el apoyo de la diosa Magik, en esta conversación -sí, me gusta transcribir conversaciones, ya lo habréis notado -:
Artemisa: Que te pidan ayuda con un cuento para el colegio y contarles una versión fantástica y principesca del Kennal. :P 
Magik: xDDD, ey, encima tiene su mensaje positivo para los niños. Mola. 
Artemisa: Desgraciadamente, mi prima se aburrió cuando llegué a la malvada bruja María Luisa. Pienso escribirlo yo en plan fic xD 
Magik: Podrías hacer que Ariadne y Deker se lo contaran a sus hijos, xDD. 
Artemisa: ... Eso, sería un puntazo. ¡Ya sé cuál será el cuento favorito del Lord! Me queda ver como esquivo su nombre xD
Y lo logré, gracias a epítetos como enano, pequeñajo y renacuajo. Menos mal que a Deker le pega lo de no llamar a nadie por su nombre...

Dedicado a la Suma Sacerdotisa Sofía, por su vídeo super mega guay de elfos bailarines, y porque las shippers debemos hacer piña.



Bueno, pues aquí os lo traigo. Érase una vez...




La maldición del príncipe Kentin.


-¿Se puede saber que haces aquí? – preguntó arqueando una ceja.
Su hijo bajo la mirada, avergonzado, y no contestó.
Deker suspiró, esa pregunta había sido un acto reflejo, ¡claro que sabía por qué estaba ahí! Desgraciadamente, Ariadne, de nuevo, no estaba para atender a sus hijos, y Brandon, al que había dejado al cargo, ni se habría dado cuenta de que el pequeñajo estaba fuera de su cama.
-¿Echas de menos a mamá?
Él asintió.
-No me ha contado un cuento… – susurró – No me puedo dormir sin escuchar un cuento.
Deker suspiró de nuevo, antes de coger a su hijo y sentarlo sobre la mesa de la cocina. Un poco irresponsable, teniendo en cuenta la insana propensión de su hijo a los accidentes, demostrada por las veinticuatro tiritas que tenía en ese momento.
-¿Y no se lo pediste a Brandon?
-Sí, pero no quiso, estaba ocupado mandando mensajitos a su novia.
No era difícil de creer. Puede que Brandon ya no le provocase dudas acerca de cómo podía ser un hijo suyo tan estúpido, pero cuando se trataba de mujeres… Rubén Ugarte estaría orgulloso de él. Asno le rechazaría por la vergüenza.
-¿Y Carlota?
-Carlota siempre cuenta cuentos sobre ella misma. Todos los personajes guays se llaman Carlota, y siempre son maravillosos.
Tampoco era difícil de creer. Su hija era un pelín ególatra. Puede que por su culpa. A lo mejor Ariadne tenía razón con lo de pasarse con los juguetes…
-Y decidiste esperarme para que te lo contase.
-Mañana no hay cole, ni tienes trabajo, ¡puedes contarme un cuento largo!
-¿Un cuento largo? – sonrió.
-Larguísimo.
-Bueno, podría contarte ese que te gusta tanto, el de Rumpelstilskin.
-No, quiero uno tuyo.
-¿Mío?
-¡Sí! Invéntatelo.
Deker suspiró por tercera vez, y se planteó a sí mismo si merecía la pena quedarse levantado hasta tarde, después de un duro día de trabajo, para concederle el capricho.
A esos ojos verdes no se les podía negar nada.
Era un blando.
Mierda.
-Bueno, podría contarte uno, La maldición del príncipe Kentin.
-¿Es chulo?
-Eso tendrás que decírmelo tú, ¿no crees?
Sonrió y comenzó a contar la historia, apoyándose en la mesa.
La noche estaba en calma, la luna brillaba a través del enorme ventanal, Ariadne no estaba para echarle la bronca y él tenía mucho morro. Una combinación perfecta.

“Hace mucho, mucho tiempo, en un antiguo y lejano reino, más allá de los mares, había un príncipe.
El príncipe se llamaba Kentin, y sobre él pesaba una maldición. Pero no adelantemos acontecimientos, hijo, no adelantemos acontecimientos.
Kentin era un joven de escasa presencia, y los nobles de su corte, susurraban malvados y crueles que no parecía un rey. Tenía unos enormes ojos azules, el pelo muy negro, y no sabía manejar las espadas.
Además, no podía hablar con nadie, porque, al morir sus padres, había quedado al cuidado de una malvada bruja que le mantenía prisionero en su enorme castillo.
¿Qué como se llamaba? Le llamaban Tía. Todos, aun los que no tenían parentesco con ella. Las brujas y los brujos nunca revelan sus nombres así como así. Los nombres tienen demasiado poder.
En todo caso, Kentin pasaba los días leyendo en un cómodo y cálido sillón, preguntándose como sería vivir realmente todas esas aventuras impresas en papel. No se imaginaba los malvados planes de Tía.
El reino de Kentin, era un reino muy pequeño. Muy, muy pequeño. Estaba situado entre dos grandes montañas, por las que bajaban dos ríos que formaban un lago en los jardines de su castillo. La gente de allí era feliz, pero a los nobles no parecía bastarles.
¿Que por qué no? Los nobles eran malvados y avaros, y querían ser un reino enorme y poderoso, sin importarles lo que se tuviese que hacer. Nunca te fíes de ellos, son perversos.
Bien, pues Tía no era noble, pero también tenía esas aspiraciones.
Y Atler, uno de los reinos más grande y más rico del lugar, en continua guerra con dos malvados reinos, necesitó su ayuda un día.
Moriarty, uno de esos grandes reinos, planeaba un terrible ataque contra él, y para salvar a su pueblo, era necesario atacarles cuando estuviesen cruzando las montañas, antes de que se acercasen demasiado.
Tía, que era la que llevaba los asuntos de gobierno, accedió a dejarles paso a cambio del matrimonio entre la princesa Buttercup, dirigente soberana de aquel reino, con el príncipe Kentin.
Y ahí es cuando entra en juego la maldición.
Cuando el príncipe Kentin nació, la Diosa, también llamada destino, sopló polvo de amapolas en el corazón del joven príncipe para que éste nunca, pero nunca, nunca, nunca, pudiese amar a una princesa.
Por ello, Kentin se negó al compromiso nada más enterarse.
-¿Cómo voy a casarme – exclamaba – con una doncella que me es desconocida, y a la que no podría amar?
Todos los nobles le instaban a hacerlo, diciéndole que, siendo Buttercup una princesa tan hermosa, de seguro acabaría rompiendo la maldición y amándola, pero el príncipe se negaba.
Durante semanas, todas las personas que conocía, y muchas que no, se presentaron ante él, fingiéndose encontradizos, para alabar las virtudes de la princesa Buttercup ante él.
-Dicen que es tan bella, que su sola visión cura de la ceguera a los ciegos de nacimiento – decían unos.
-Dicen que es tan inteligente, que puede recitar todos los libros del mundo de corrido – comentaban otros.
-Dicen que es tan buena reina, que ha aumentado la riqueza de su reino desde que subió al trono hasta el punto de tener caminos pavimentados con baldosas de oro – se maravillaban algunos más.
El príncipe Kentin, cansado y aburrido de tales conversaciones, acabó colgando un cartel en su puerta, que decía: “Los nuevos datos acerca de la princesa Buttercup deberán ser puestos por escrito, y entregados al secretario real.”
Y no leyó ninguna de las doscientas quince notas que le llegaron, en alabanza a la princesa Buttercup.
“Válgame la Diosa, pensaba, “Antes la muerte que desposar a tan noble dama. ¡De seguro que ni siquiera querrá respetar nuestras tradiciones nupciales! Alguien tan perfecto, debe ser, pues, un verdadero monstruo en el fondo. ¡Y una continua fuente de cuitas por aquellos pretendientes despechados, que me culparán a mí de su rechazo! No, no, no. No he de casar con la princesa Buttercup.”
Pero la bruja, que ya había dejado pasar a las tropas de Atler, y ahora quería su recompensa, no respetó su opinión.
-¡Yo soy el príncipe! – exclamó – ¿Cómo no voy a elegir yo a mi propia esposa, Tía?
-¡Niño ingrato! ¿No sabes acaso la suerte que tienes de que, alguien de tan noble cuna y de tanto poder como la princesa Buttercup, esté dispuesta a casarse con alguien de tu poca importancia? – le recordaba.
-¡Me da igual! ¡No he de casar con una princesa tan admirada! Ni siquiera podría amarla, ¿para qué casarnos entonces?
Y la bruja, viendo que no conseguiría convencer a Kentin, sacó un cuchillo de plata, y gritando palabras en un idioma que había dejado de hablarse hacía mil años, se lanzó sobre el príncipe, arrancándole el corazón.
Kentin chilló con todas sus fuerzas, mientras la bruja metía su rojo corazón en un saco, y se lo colgaba al hombro. Después, ésta cogió una gruesa aguja de curtir pieles, y le cosió tres viejos y oxidados botones de latón para cerrar la cuchillada.
-Ya que no puedes amar con él, ¡yo guardaré esto!
Y se fue con grandes zancadas de la habitación del príncipe, que se encogió sobre sí mismo y lloró amargamente por su desgracia. Primero la maldición, después la muerte de sus padres, la tiranía de Tía, y, finalmente, el quedarse sin corazón.
Porque, hijo, el corazón es la cosa más delicada que existe, y la que contiene más magia.
Al robárselo de forma tan burda, sin ser de forma sutil y metafórica como lo hace el amor, había causado mucho daño en el príncipe Kentin. Y ahora, ella podía manejarlo como si fuese un títere, siéndole imposible desobedecer una orden.
¿Qué si tu madre tiene el mío? Oye, ¿quieres que pare de contarte el cuento o qué?
Eso pensaba…
Bueno, pues al día siguiente, llegó la comitiva desde Atler.
Lo que los nobles habían dicho acerca de la princesa, resultó ser verdad. Casi. Es decir, lo habían exagerado lo indecible, pero la princesa Buttercup era la mujer más hermosa y más inteligente del mundo, además de la mejor reina de la historia de Atler.
Con ella, llegaron muchos ciudadanos de Atler, que miraban el pequeño reino con superioridad, acostumbrados a las enormes ciudades y al bullicio, cuando el reino de Kentin era básicamente rural, aprovechando el clima propicio, los terrenos fértiles, y los anchos y cristalinos ríos que lo cruzaban.
Pero, con todos ellos, llegaron dos hombres más.
Uno tenía nombre, pero pocos lo conocían por él. Le llamaban Renegado, y era un miembro de la familia real de Barzini, el reino más nuevo, y a su vez más rico y cruel de todo el mundo. Renegado había, como su nombre indicaba, renegado de su estirpe, y jurado lealtad al reino de Atler y a la princesa Buttercup, pero los nobles de Atler no se fiaban de él, y le trataban francamente mal.
Sí, eran unos estirados, estoy completamente de acuerdo contigo.
Todos le miraban con sorpresa, puesto que, como correspondía a su sangre, tenía los ojos dorados, siendo imposible ocultarlos para no recibir el rechazo de los otros pueblos.
Era un joven notable, y el verdadero y único amor de la princesa Buttercup, pero Kentin no sabía esto.
El segundo hombre, vendrá después, cuando avancemos con la historia.
Kentin besó la mano de la princesa Buttercup con deferencia, y se mostró educado y cortés con ella, que a su vez, respetó la etiqueta de forma fría y distante. ¡Oh, cuánto le había enfurecido la exigencia de esa bruja! No quería casarse con el príncipe Kentin, pero debía hacerlo por su pueblo. Eso le hacía morir de rabia y dolor, pero no estaba dispuesta a que se le notase. Para todo el mundo, ella estaba dispuesta a cumplir con su cometido por su reino, ¡pero cuánto odiaba ese cometido! Sabía que su amor con Renegado era imposible, pero le habría gustado ignorar eso un poquito más. Sólo un poquito más. ¡Pero ese deseo ya era imposible, y ella debía casarse, cumpliendo con su palabra!
El príncipe Kentin no pudo dormir esa noche, afligido por la Diosa, y por la pérdida de su corazón, así que salió a pasear por los pasillos del castillo, como hacía siempre que no podía dormir.
Y ahí, es cuando conoció al segundo hombre.
En principio no pensó que fuese un hombre, pues estaba completamente cubierto por el negro, y parecía una sombra sólida, pero la luz del candelabro le iluminó lo suficiente.
Era Allen Almena, conocido por todos en Atler. Incluso para aquellos que no le conocían, resultaría odioso al ver esa dura máscara que cubría su rostro. Era una máscara de latón negro con pequeñas ventanitas enrejadas para los ojos, y una retorcida red sobre la nariz y la boca, que le dejaba respirar y hablar. Estaba tachonada de clavos y magullada, y tenía una ancha, gruesa y destacada T en la frente. T de traidor.
Sí, era la máscara del traidor, que sólo se aplicaba cuando alguien traicionaba al reino de Atler.
Kentin no sabía que crimen había cometido, pero identificó la máscara, y le odió momentáneamente. Kentin detestaba a los traidores casi tanto como detestaba a la bruja.
-¿Quién sois? ¿Qué hacéis en mi castillo, deplorable rata inmunda?
Allen Almena no pareció ofenderse, pero era difícil saberlo, cuando lo único que veías de alguien eran sus ojos a través de una rejilla.
-Busco a la princesa Buttercup.
-¿Para qué buscáis a mi prometida, vil traidor?
-Porque soy su protector – incluso desde dentro de la abominable máscara, su voz sonaba divertida.
-¿Vos? ¿Proteger a la reina y princesa del reino al que traicionasteis? ¡No me hagáis reír!
-Ah, pero, ¿vos podéis reír? – rió él a su vez, alzando la mano derecha.
Con un movimiento, una docena de cintas de seda surgieron de su brazo. La mayoría estaban, o bien desgarradas, o bien cortadas como si lo hubiesen hecho con una espada, pero había dos que no. La cinta azul brillaba ligeramente, casi flotando, de forma etérea, pero la cinta roja se veía ligeramente desvaída, vieja.
-¿Qué me mostráis? – preguntó absorto el príncipe – ¿Cintas de juramentos, en la muñeca de un traidor? Por la Diosa que debo equivocarme…
-No te equivocas – afirmó desde dentro de la máscara, acariciando la cinta roja, de la que surgió un rostro hermoso y sereno-. El que ves es el gran mago Genlipeff, tío de la princesa. A él me unieron fuertes lazos y juramentos, y aunque soy un traidor para mi reino, sigo siendo fiel a su familia – acarició entonces la cinta azul, y el rostro de la princesa Buttecup brilló sobre sus cabezas –. Ahora y siempre.
-¿¡Pero cómo!? Si sois un traidor al reino, ¡sois un traidor a la familia real!
-Traicioné al reino, obrando como mejor supe. En tiempos del padre de la princesa, había una horrenda ley que quebré, sin arrepentirme después de hacerlo. El rey se enfureció, y me consideró un traidor. La princesa abolió esa ley en tiempos lejanos, pero yo sigo cumpliendo mi pena, y la seguiré cumpliendo hasta que ella se convierta verdaderamente en reina y pueda liberarme.
-Entiendo – suspiró Kentin, aliviado –. Por eso habéis venido a la boda.
-¡En absoluto! – se espantó el enmascarado – Preferiría llevar esta máscara por siempre, antes de tener que verla casarse con vos.
-¿A qué os referís? –preguntó sumamente ofendido.
-A que ella no os ama, y vos no la amáis a ella. ¡Cruel designio del destino, que se casen sin amor dos jóvenes, sobretodo, con la valía de la princesa!
-¿Y quién os dice que no la amo?
-¡Vos mismo! Con vuestros ojos, con vuestro comportamiento, por vuestra tristeza. Esa tristeza no es la de un hombre a punto de casarse con la mujer que ama, príncipe Kentin. Y está la leyenda.
-¿La leyenda?
-De vuestra maldición.
El príncipe bajó la mirada, azorado.
-La maldición ya no tiene efecto en mí.
Allen rió, divertido notablemente por las palabras del joven.
-¿Cómo no va a tener efecto? ¿Tenéis corazón todavía? ¡Por qué entonces sí sigue vigente!
Kentin contuvo las lágrimas, dolorido por sus palabras. ¡No tenía corazón! ¡Demasiado precio por librarse de esa pequeña maldición!
-Seguid hasta el ala este, allí están los aposentos de la princesa Buttercup.
El príncipe se disponía a volver a su cuarto y llorar de nuevo sus penas, pero una mano enguantada en cuero negro se posó con delicadeza sobre el hombro del muchacho.
-Siento algo extraño en vos, ¡cómo si tuvieseis latón en vuestro pecho! Latón, como el de mi máscara, mi prisión. ¿Qué puede haberos pasado, príncipe Kentin, para tener un metal tan zafio en vuestro cuerpo?
Y el príncipe, que no se había atrevido a hablarlo con nadie, y que sentía como si él pudiese comprender de verdad sus penas por alguna extraña razón, confesó la causa de sus tormentos, llorando con fuerza, y abriendo el jubón que guardaba los oxidados botones de latón cerrando su tierna herida.
-¡No es posible! ¡Algo tan vil aconteciendo sobre alguien tan joven y tan triste! – el hombre parecía verdaderamente indignado con su situación –. Pienso ayudarle, alteza, ¡esa bruja lo pagará!
-¿Y qué podríais hacer vos? ¡Ni siquiera nos conocemos!
-Puede que mi cinta blanca esté cortada de un tajo por Tigresa, la espada del mencionado rey, ¡pero sigo siendo un caballero! No os dejaré solo con esto.
Y con esas palabras, el hombre de la máscara de latón desapareció.

Tía, había encerrado el corazón del joven príncipe en una jaula de hierro negro, aun más retorcida e intrincada que la máscara de Allen, y cuya cerradura era imposible de abrir sin la llave.
¿Qué? Oh, sí, tu madre sí podría abrirla, claro, pero ella no estaba en el cuento, ¿no? Pues eso.
Llevaba la llave colgando de su largo cuello, oculta en sus anchas túnicas de colores pastel, que utilizaba para ocultar su fealdad y su mente malvada y cruel.
Nadie podría robar esa llave, y Allen lo sabía.
¿No habíamos aclarado ya que tu madre no estaba en el cuento?
A ver si dejamos de interrumpir, canijo, así la historia pierde dramatismo.
Además, la jaula estaba en lo más profundo, oscuro y peligroso de las mazmorras del castillo, suspendida en el aire por una gruesa y larga cadena, que la dejaba a la altura de loas ojos, balanceándose inquietantemente, recubierta de pinchos y de aristas afiladas para que nadie pudiese ni siquiera tocarla.
El hombre enmascarado descubrió la localización de la jaula y…
Hadas, las hadas se lo dijeron. No interrumpas.
Bueno, pues que descubrió donde estaba la jaula, y fue a esas oscuras mazmorras.
Pudo agarrar la jaula, ya que, como correspondía a alguien con su pena, no había ni una franja de piel al aire que pudiese ser vista, o en este caso, herida.
Sacó del cinturón que llevaba, lleno de armas para defender a la princesa Buttercup, su ganzúa mágica.
La ganzúa estaba forjada en el oro más fino y resistente que existía, creado por duendes de las montañas de Smaug, otro reino del lugar, y bendecido por la Diosa. Con esa ganzúa, no había cerradura inviolable. ¡Claro que no cualquiera podía usar esa ganzúa! Había que ser el mejor del mundo abriendo puertas para poder usarla.
… Tu madre no está en el cuento, por centésima vez.
No, no. Ella es mejor que él.
Allen era el segundo mejor, ¿vale?
¡Porque tu madre no estaba allí para ser la mejor!
No, no cuenta, ¡no había nacido! Fin.
Bueno, pues Allen, que sin contar a tu madre, que no cuenta, era el mejor de ese mundo forzando cerraduras, y por ello podía usar la ganzúa mágica.
Pasó horas y horas y horas trabajando en la oscuridad, iluminado sólo por el brillo de la ganzúa, para poder abrir esa maligna jaula y liberar así al príncipe de la tiranía de Tía.
Cuando por fin consiguió abrirla, cogió con cuidado el corazón del príncipe, y lo envolvió en su negra capa, como si de un hijo se tratase, con tal cuidado que el mundo se maravillaría al ver a alguien tan aterrador con esa máscara, siendo tan tierno y deferente con algo.
Subió, de nuevo, a los primeros pisos del castillo, y allí vio que su aventura no había acabado. La pena había corroído de tal forma al príncipe Kentin, que su corazón se había envenenado con la tristeza y la rabia, volviéndose negro como el ala de un cuervo.
Él, sabiendo que a una carne tan tierna como la del corazón, y además siendo éste un corazón tan suave y dulce como el del príncipe, no aguantaría demasiado así, abrió la reja que le cubría la boca y…
Sí, podía abrir la reja, claro. ¿Si no como comía?
Ya, siempre son esos detalles los que no cierran, ¿eh? Pero bueno, ¿por dónde íbamos?
Ah, sí.
Abrió la reja que le cubría la boca y, como si se tratase de la mordedura de una serpiente, comenzó a extraer el veneno del corazón del príncipe, escupiendo la soledad, la tristeza y la amargura que lo corroían.
Pero hacer esas cosas tiene sus riesgos, renacuajo, y tragó una pequeña parte de los polvos de amapola que la Diosa había soplado en su corazón cuando nació.
Oh, pero es que no le causó daño alguno. Es más, su corazón se iluminó, reconociendo la misma maldición que aquejaba al pobre enmascarado.
Lo importante, es que, teniendo el corazón del príncipe entre sus manos, supo que era un hombre bueno, justo, y que, por mucho que no lo pareciese, podría llegar a ser un buen rey. Y vio tantas cosas, y tan buenas todas ellas, que su otra maldición entró en acción.
En esos reinos, se obligaba a los caballeros a formar esas cintas de juramentos, la fidelidad, el amor, el título, todo se expresaba mediante cintas, que nacían de un complejo ritual. Allen no necesitaba de ese ritual. Desde niño, las cintas nacían en la muñeca de Allen, y se enredaban a todo lo que quería y apreciaba.
Y la cinta roja que le unía Genlipeff, ya vieja, rota y corroída, se desprendió por fin de su muñeca, cayendo en el mundo de los recuerdos, mientras otra cinta, más roja y más fuerte, le unía al corazón del príncipe.
Cierto, los amores a primera vista son un rollo, pero aquí podemos hacer una excepción porque al tener en sus manos su corazón conocía todo lo que había que conocer del príncipe.
Allen se sobresaltó, e incluso a través de la máscara se le notaba. Bajó la mirada, avergonzado por estar en tal aprieto, y volvió a ocultar la cinta roja, junto con las demás, esperando que el príncipe no se diese cuenta.
Fue en su busca, llevando su corazón, de nuevo rojo y aterciopelado, envuelto todavía en su capa negra.
-¡Ya estáis aquí! – exclamó el príncipe con sorpresa, cerrando, sin ni siquiera marcar la página, el libro que trataba de leer.
-Como os prometí – respondió, tendiéndole el corazón envuelto en la tela negra.
-La Diosa os pague lo que habéis hecho – le deseó, verdaderamente agradecido.
Se quitó el jubón, y desabrochó los viejos botones, todos distintos, escogidos al azar para hacerlo ver aun más vergonzoso, colocando de nuevo su corazón en donde le correspondía.
Pero éste no se unía a la carne.
El príncipe, comenzó a temblar, temiendo que sólo la bruja podría volver a unirlo de nuevo, pero Allen, suspirando, lo arregló todo.
Hizo aparecer de nuevo las cintas, y usando la cinta roja, ató el corazón del príncipe a su sitio, cerrando después la herida.
Agradeció entonces llevar esa máscara, para que el príncipe no viese su sonrojo.
Por suerte, el tener esa cinta atada a su corazón provocó en el joven el mismo efecto que tendría tener el del enmascarado entre sus manos. Supo que era bueno y noble, y también se enamoró.
Sí, estoy de acuerdo. Un poco moñas sí era.
En todo caso, la cinta resplandeció, y ambos supieron que era mutuo el amor que se tenían. Normalmente cerrarían la historia con un beso, pero la máscara estaba cerrada, y siendo fría y desagradable al tacto, Allen temía que el príncipe pensase que era horrible y perdiese el amor, que en sus primeros momentos siempre es frágil y etéreo.

Ese mismo día debían confirmar su compromiso, por lo que ambos fueron al salón del trono, donde esperaba la princesa Buttercup.
Aun sabiendo lo que iba a pasar, el príncipe Kentin se sintió intimidado ante los brillantes y amenazadores ojos dorados de Renegado, que parecía dispuesto a destrozarle con sus propias manos, y ante la frialdad de los de la princesa, que parecía a punto de entrar en una batalla que sabía no iba a ganar.
-Princesa Buttercup – comenzó, con voz algo temblorosa –, quiero deciros que quedáis libre del trato impuesto por la malvada bruja, Tía. Y por tanto, podéis usar el paso de las montañas siempre que queráis, sin tener que contraer nupcias conmigo.
Todos empezaron a murmurar, incrédulos ante sus palabras, e incluso la princesa se mostró confusa, y ligeramente ofendida.
-¿Qué queréis decir?
-Este compromiso ha sido orquestado por la malvada que ha dirigido mi reino desde la muerte de mis padres, mediante chantajes hacia vos, y actos deleznables hacia mí. ¡Me robó el corazón para que aceptase el matrimonio con una princesa desconocida y a la que, como bien sabéis todos, me sería imposible amar! Pero ahora, que lo he recuperado, ¡no pienso dejar que sigan jugando con nosotros! Atler es un reino amigo, y como tal, le prestaremos ayuda sin exigir pago a cambio, más que su lealtad, y el establecimiento de una alianza común entre ambos.
Todos se mostraron indignados ante la maldad de Tía, y la princesa Buttercup más feliz que nunca por no tener que rechazar el amor de Renegado, sonrió, antes de asentir.
-Sea pues, que nuestros reinos sean uno en espíritu, pero no en nuestra carne.
-¡Alto! – la bruja Tía avanzó, furibunda, para acercarse al príncipe - ¡Casaréis como yo os digo! ¡Vuestros padres os dejaron a mi cuidado, y debéis obedecerme mientras viváis!
Los presentes bajaron la cabeza, sabiendo que esas eran unas leyes de la Diosa irrevocables. ¡Oh, todo estaba perdido ahora!
-María Luisa – dijo Allen, en medio del silencio.
Y la bruja estalló en llamas, y comenzó a derretirse como si fuese una vela.
Por eso, los brujos y brujas no revelan sus nombres, recuérdalo.
El silencio invadió el salón del trono, y la princesa Buttercup lo rompió.
-Pues entonces, ambos estamos aliados, y ambos somos reyes ahora – cogió su espada, que llevaba hábilmente oculta en el vestido, y se acercó a Allen –. Y como reina, yo, Buttercup, te libero de tu condena – colocó la espada sobre sus hombros – y te vuelvo a nombrar caballero.
Y la máscara de latón cayó al suelo, rebotando contra el pavimento.
Él alzó el rostro, y todos se maravillaron de su belleza. Ante sus ojos azules como el cielo, sus cabellos dorados como el oro, y sus rasgos regios y hermosos.
Y Kentin se sintió aun más maravillado, y agradeció al destino el amor del hombre.
El príncipe, ahora ya rey, se casaría con Allen, de igual modo harían Buttercup y Renegado.
Y todos serían felices, y comerían unicornios celestes, grandes enemigos de sus amigos los unicornios turquesas, pero que estaban deliciosos con patatas asadas.
Fin.”

-Papá…
-¿Sí?
-El príncipe Kentin es la tía Karen, ¿verdad?
-Me siento orgulloso de ti, ¡qué listo es mi niño!
-Si se lo digo a mamá se enfadará.
-Sí, es probable…
-Pues quiero galletas de chocolate.
Suspiró por cuarta vez.
-Vale, pero después a la cama.
El niño sonrió, dio un beso a su padre en la mejilla, y bajó de la mesa, sorprendentemente, sin hacerse ningún daño.
-Tu cuento mola más que los de mamá – le aseguró.
-Na', es que estaba inspirado.





jueves, 19 de diciembre de 2013

Los hijos, más que una bendición, son un rompecabezas genealógico.

Debería estar beteando Los príncipes perdidos y escribiendo mi comentario, más largo que un día sin pan por tradición, de Cuatro Damas.
Pero la suma sacerdotisa Sofía me he dicho:
Yo creo que esto da para un debate. ¡Artemisa, vete escribiendo una entrada sobre ello!
Y, como habéis visto, ha usado el imperativo.
Soy la Pitia Suprema - entrada al respecto aquí -, pero ella está un escalón por encima. Nunca superaré su "Lazarillo de Orense". Lo tengo asumido.
Y claro, debo hacerle caso.
Además, como ya he dicho...
También, también. Una entrada random, friki, y flipadísima. ¡Me pega!
¡Y vaya, si me pega! Mucho. Y aquí estoy.

Para leer esto hace falta haber leído todos los libros de Canción del Hielo y el Fuego hasta Danza de Dragones. Porque no hay más. Y hasta el 2020 no veremos Winds of Winter, como debemos asumir.

Bien, todo esto surgió porque Sofía hizo un test, que le dijo que el personaje al que más se parecía era... ¡Daenerys Targaryen!
Las coñas que le cayeron a la pobre suma sacerdotisa, fueron muchas, pero podía haber sido peor. Podríamos no conocerla muy bien, creérnoslo, y hacerle el vacío para que no nos contagiase la enfermedad esa como neuronas que tiene la susodicha Kaaleshi.
Y no lo hicimos.
La diosa Magik y yo somos benévolas, un amor.
Bien, de ahí surgió uno de los temas más comunes entre los fans de la saga "BusquemosTargaryenHastaDebajoDeLasPiedras". Un clásico.


Magik y Sofía - que siempre parecen estar de acuerdo por algún tipo extraño de conexión mental que yo también quiero - opinan que Jaime Lannister es un Targaryen. Hijo de Aerys, el cabrón pirómano violador.
Yo, obviamente, tenía mis dudas, por su aspecto, sobretodo:



Dos gotas de agua, como podéis ver. Pero claro, la diosa Magik fue capaz de convencerme del Shassy, ¿cómo no iba a ser capaz de convencerme de esto?
Magik: Sería irónico que Tyrion fuera hijo de Tywin y Jaime no.

Artemisa: Eso significaría que Joffrey es un Targaryen y... Robert habría criado a un Targaryen. ... .
No es que esté muy convencida, pero ya no me parece una flipada de gente que está obsesionada buscando Targaryen. Todos sabemos que la tercera cabeza del dragón es Hodor. No hay que darle más vueltas.

Bien, pues os pongo en antecedentes. Aerys estaba como una cabra. No en plan yo, si no en plan enfermo mental maldito y asesino violador de su hermana. Sí, es un plan mucho menos chulo y divertido que el mío.
Para muestra, un botón, lo que dijo Jaime sobre sus últimas palabras:
Dijo lo mismo que llevaba horas diciendo: quemadlos a todos.
Sí, el maravilloso plan de ese loco mal teñido era quemar Desembarco del rey para que Robert no lo consiguiese. Con la gente dentro. ¡Pero él no se quemaría, claro! Él resistía al fuego. Era innifugo. Y un poquito gilipollas. Lo segundo, un pelín más. O un muchín.
En todo caso, dejando a un lado que quisiese quemar a la gente, que no se cortase las uñas, que creyese que era resistente al fuego, y que violase a su hermana/esposa, también estaba enchochado con Joanna Lannister. Como nos dice Sir Barristan el Bravo:
A sus órdenes– El caballero de blanco escogió sus palabras con cuidado. –El príncipe Aerys… cuando era joven, fue tomado con cierta dama de Roca Casterly, un prima de Tywin Lannister. Cuando ella y Tywin se casaron, vuestro padre bebió mucho vino en la fiesta y se le oyó decir que era una gran lástima que el derecho del señor a la primera noche hubiera sido abolido. Una broma de borrachos, no más, pero Tywin Lannister no es un hombre que olvida esas palabras, o las… las libertades que vuestro padre tomó en el lecho en el encamamiento. –Su rostro enrojeció. –Ya he dicho demasiado, Su Gracia. Yo..
Sí, insinuó que quería empotrarla contra una pared durante el banquete nupcial, y seguramente se quedaría un ratillo mirando, mientras que tenía lugar la noche de bodas, o al menos, es lo que yo interpreto como libertades. Si se hubiese metido en la cama o algo así, Tywin le degollaba al momento.
Pero es que ahí no acabó todo, claro. De todos es sabido que Tywin y Aerys se lanzaban bolitas de papel en clase, signo de ODIO eterno. Algunos pueden opinar que es por eso de que Aerys quisiese tirarse a Joanna, yo creo que es porque Aerys estaba muy mal de la cabeza, se puso celoso de que Tywin fuese mejor, y empezó a putearle, pero ambas teorías son válidas y no se contradicen necesariamente.
Ahora, si bien es cierto que Tywin amaba a Joanna y haría cualquier cosa por ella, también lo es que era un hombre orgulloso. Muy orgulloso. ¿Os imagináis a Tywin Lannister, NUESTRO Tywin Lannister, queriendo a unos hijos ilegítimos fruto de una infidelidad de su esposa? Yo tampoco. Y vale, me diréis que a) podía no saberlo, o b) a lo mejor no les quería, pero ambas son un arma de doble filo.
En la opción a), en la que asumimos que sólo Joanna y Aerys sabían la verdad, se invalida una de las bases de la teoría, las palabras de la tía de Jaime, que molaba un taco.
Jaime —dijo mientras le pellizcaba la oreja—, cariño, te conozco desde que eras un bebé que mamaba del pecho de Joanna. Sonríes como Gerion y peleas como Tyg, y hasta tienes algo de Kevan; de lo contrario no llevarías esa capa…Pero el verdadero hijo de Tywin es Tyrion, no tú. Se dije a tu padre en cierta ocasión, y me retiró la palabra durante medio año. A veces, los hombres pueden llegar a ser tan estúpidos… Hasta los que aparecen una vez cada mil años.
Así que nada, si elegís la opción a), no podéis usar esto como argumento. Una pena, porque mola mazo.
En la opción b), yo hago "jaque mate" porque la opción b) no se sostiene. Tywin Lannister pasó varias horas diarias junto a Jaime para que pudiese leer superando su dislexia, ¿haría eso por un niño al que no quería? No, no lo haría. O al menos, yo no lo creo. Es decir, Tywin quería a Jaime y a Cersei, a lo mejor no se nota mucho, pero eso es porque era un cabroncete perverso y malvado que no mostraba sus sentimientos, no por falta de amor.

En todo caso, ¿qué nos hace pensar, realmente, que los gemelos sean pequeños dragoncitos?
  • Primero, lo obvio, el incesto. Sí, Cersei y Jaime hacían el trenecito, como llevaban haciendo los Targaryen desde allá por Valirya, vamos, un porrón de años.
  • Que son muy guapos - más él que ella - y a los Targaryen se les describe como una especie de dioses bajados a la tierra. Yo no estoy de acuerdo, pero es que yo soy una Lannistark, no una Targaryen, porque ellos no me interesan lo más mínimo.
  • El que Joffrey estuviese sonado - porque por mucho que diga Barney, ese niñato daban ganas de abrirle en canal y tirarle sus órganos internos a la cara -, y el que Cersei padezca la paranoia de Aerys.
  • Que sería un puntazo que el único hijo de Tywin fuese Tyrion, y que Robert hubiese "cuidado" de un pequeño y malvado Targaryen, con el odio que les tenía.

Sí, esas cuatro cosas son las principales, pero a mí no acaban de convencerme.
  • El incesto venía a ser porque Jaime apreciaba sinceramente a su hermana y se dejaba manipular por ese zorrón mal parido de Cersei, que estaba muy enferma, y que era tan egocéntrica como para hacer eso ya que era lo más cercano que tenía a estar con ella misma.
  • El que sean guapos no es un indicador fiable, todos sabemos que Joanna y Tywin ganaron el premio a La pareja del año. Claro que, es posible, saliesen al escenario mientras se oía de fondo The rain of Castamere, y la gente tuviese miedo del exterminio si perdían.
  • Joffrey estaba sonado porque era el diablo personificado, y un castigo de los antiguos dioses por la adoración de los siete. La existencia de Joffrey es la prueba de que el mal no es un concepto abstracto, es algo concreto y que quiere provocar caos y maldad. Al menos en las novelas de Martin. Y sus padres eran hermanos. Eso es malo, niños, el incesto trae consecuencias. Además, Aerys quería QUEMAR gente, Joffrey parecía más interesado en cercenar, cortar, herir, abrir, y extraer partes internas que no deberían salir del cuerpo. No le oí hablar de fuego. Cersei... Cersei es un asco. Da ganas de vomitar. Yo creo que alguien intentó ahogarla de pequeñita, como en La sombra de la sirena, e igual que ahí, le dejó secuelas. Sólo que Alice es AMOR, y Cersei es VOMITO.
  • Ese, es el único punto que no puedo contradecir. Sería un puntazo.

Ahora esperaréis que responda a la pregunta: ¿qué sacamos de todo esto? ¿Eran o no eran Targaryen?
Pues la verdad, no estoy NADA convencida, pero lo dejo a vuestra elección. Yo optaría por decir que no lo son por algo muy sencillo: los hijos de Aerys eran tres, como las cabezas del dragón. Con ellos habrían sido cinco. Poco probable que la elegida naciese con un error matemático. Pero vamos, que es una opinión personal que he sacado después de reflexionar mucho al respecto, cada cual es libre de creer lo que quiera, obviamente.


Siguiente tema: Jon Nieve.
El pobre, mi personaje favorito al principio de los libros, por cierto, parece una versión de Marco. No, peor. Marco al menos SABÍA quién era su madre. Jon ni eso. Y ahora, dudamos hasta de quien es su papá. Sabemos que es un Stark, pero, aunque a veces se olvide, hay cuatro hermanos Stark en ese momento.

Según el canon, Ned Stark concibió a Jon durante la rebelión del rey Robert con una tal Wylla. A veces, otras con la hermana de La espada del amanecer, y otras con una barquera ligerita de cascos. La madre de Jon Nieve es una especie de Elvis, todos creen verla, y todos opinan que era de su pueblo/región/reino. A saber.
En mi opinión, yo creo que Ned contrató a Wylla, que después de todo, era nodriza, como nos dice el chico ese que charlaba con Arya y afirmó ser su hermano de leche. Y claro, algunos ataron cabos y... En poniente no saben. Y si sabes, te matan. ¡Mirad sino a Jon Arryn! Razonar sólo es seguro para Tyrion, está clarísimo.
En todo caso, no hay forma de saberlo. La respuesta, está en el padre de los Reed, que era el único que estaba en la puñetera Torre de la Alegría para saber que cojones pasó ahí dentro.

Después estaba la teoría más extendida, y que fue la mía por mucho tiempo. Rhaegar se enamoró de Lyanna, que era guay del paraguay, y se la llevó para preñarla y quedarse abrazaditos en la Torre de la Alegría mientras todos andaban matándose en sus nombres.
Es una gran teoría, y coincide a las mil maravillas con los sueños de Ned.
Eso es lo que me escama.
Demasiado obvio. Recordad que hablamos de George RR Martin. Recordad el final del primer libro, cuando nos preguntábamos que iba a pasar, como iban a salvar a Ned, y le cortan la cabeza. Recordarlo. Martin es demasiado listo para dejarlo con tanta facilidad.
Y sí, yo me lo imagino con una sonrisa inquietante y la cabeza ligeramente inclinada, mirando la pared de su escritorio, sobre la que está escrito con sangre "Memento mori". Y me da miedo. Temo por Tyrion. Poco, porque también es su favorito, y a esos cuesta matarlos, pero el temor está ahí.

Después, está Brandon. No el Brandon que todos asociamos con canciones como Hoy no me puedo levantar, Volare, o I belive I can fly, y tampoco el primogénito de Deker y Ariadne, sino el original.
Brandon Stark es descrito como un chico apasionado, impulsivo, joven y casadero. ¿A quién lo sorprendería que tuviese un bastardo? ::mira a su alrededor, nadie levanta la mano:: Pues eso. A esta teoría, yo solo le veo dos pegas:
  • Se suponía que Robb era mayor que Jon.
  • Se describe a Brandon como alguien a) pasional y b) impulsivo. Y, por mucho que aprecie a Jon, es un sieso. Le quiero, pero eso es así.
Aunque claro, puede ser que:
  • Ned mintiese para que la mentira fuese más creíble y para que nadie pudiese cuestionarse los derechos como señor de Robb, ya que eso sería echar más leña al fuego con Catelyn,
  • ... Puede... ¿Qué saliese a su tío? Bueno, la educación es muy importante, y tal, y su situación es "ligeramente" distinta a la de su supuesto padre.
No sé, yo la veo como una teoría bastante lógica e inesperada.

Después, por último, está Benjen Stark. El cuarto hermano, poco más pequeño que Lyanna, por lo que también podría tener hijos, además de que los niños en Poniente vienen con dinero para putas debajo del brazo, con perdón.
Imaginaos la escena:
Todavía no ha entrado en la Guardia de la noche, y retrasa el momento que tanto espera por lo que ha pasado con Lyanna. Se dispone a acompañar a su hermano a la guerra, pero está destrozado, porque, como nuestro Bran nos ha enseñado, él la quería muchísimo. Y claro, es joven, y la hormonas son muy puñeteras. Y cede. Y en esas épocas iban dopados o algo, porque todas preñan a la primera. Se lo confiesa a Ned, sin saber que hacer, porque su destino siempre ha sido la Guardia de la noche, y no sabe que hacer en esa situación.
Ned le manda al Muro, prometiendo a su hermano hacerse cargo del niño.
Y por eso, Jon siempre ha sido su sobrino favorito.

No sé, como ya he dicho, cualquiera puede sacar sus propias conclusiones de esta entrada.


Acerca de los hijos del hierro, se puede resumir en 3 puntos:
  • Se pasan MESES solos en un barco. La única chica que ha subido a sus naves es la hermana de Theon. ¿Qué creéis que hacen por las noches? ¿Jugar al sintrang? 
  • Tienen muchas esposas, ¿por qué? Negación.
  • La semilla de su "Nosotros no sembramos" es un eufemismo. La segunda razón para tener tantas esposas, es que hay más posibilidades de preñarlas y que no se note la esterilidad que sacude a la población no real. Porque ellos tiene demasiados hijos. Theon sobraba.
FIN.
Que ellos se crean lo bsatante importantes como para pedir la independencia no significa que lo sean. Porque no lo son. Son cuatro piratillas mugrientos jugando en un islote yermo.




Finalmente, he leído un twitt en el que se dice que se le da demasiada importancia a los padre de Jon Nieve, y que tiene curiosidad por saber si Sam tiene hipotiroidismo o sólo come mucho.
En la Guardia de la noche no es que te ceben, y él no adelgazó. Conclusión: hipotiroidismo. De nada.
¿Veis que fácil? Si todas las dudas fuesen tan sencillas...


Conclusión final: Lo único que sabemos con seguridad de Jaime Lannister es que es mola y es un adonis.



Aysh, truhán. Además, en mi mente se combina con Álvaro Torres y yo me convierto en una masa informe en el suelo que sólo puede decir cosas como Kennal, por amor, o pelo Loreal.